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lunes, 12 de noviembre de 2012

Mi médico dice que me vacune, pero él no lo hace



Otoño, gripe y ¿vacuna? Con el frío de cada año, el mensaje se repite: mayores de 65, enfermos crónicos y profesionales sanitarios deben inmunizarse. Pero es una cantinela que muchas veces cae en saco roto. No en los disciplinados mayores, que ya se vacunan en un 57,7%, según los datos de la campaña pasada del Ministerio de Sanidad —lejos, sin embargo, del 75% que recomienda la Organización Mundial de la Salud—, sino por quienes les deben aconsejar: los profesionales sanitarios, con médicos y enfermeras a la cabeza, entre los que lo hace menos del 30%, según los datos ofrecidos durante unas jornadas organizadas por Sanofi y la Sociedad Española de Directivos de la Salud (Sedisa) o por la Asociación Española de Pediatría.
Pedirles que se vacunen no es un capricho. Pero nadie se atreve a obligarles, aunque alguno lo insinúa. De hecho, 20 sociedades científicas, entre ellas las de enfermería, infecciosas, vacunología, pediatría, geriatría, urgencias, ginecología y primaria han promovido un manifiesto para animar a los profesionales a vacunarse.
Por eso, la vacunación del personal sanitario tiene su importancia. Aunque la gripe es una enfermedad leve para la mayoría, no lo es para los grupos más vulnerables. Según los datos del Grupo de Estudio de la Gripe y de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (Separ), la gripe afecta cada año a entre un 5% y un 15% de la población mundial y se estima que en España es la responsable directa e indirecta de entre 1.500 y 4.000 defunciones.Las causas son muchas. Por su trabajo están más expuestos que el resto de la población al virus (hasta un 60% más), ya que tratan con todos los enfermos. Pero es que, además, que uno de ellos se infecte es potencialmente más peligroso, ya que ellos están en contacto diario con los otros grupos de población (mayores, enfermos crónicos, embarazadas) que pueden sufrir graves consecuencias si se contagian del virus. Además, sus bajas repercuten directamente en la atención.
Estos motivos, sin embargo, no convencen a muchos. Por ejemplo, a Francisco, médico de atención primaria de Madrid. “Llevo 21 años de trabajo sin vacunarme; no tengo factores de riesgo, y en este tiempo no he notado que haya enfermado más que mis compañeros ni que lo hayan hecho mis pacientes”. “Ellos no viven aislados, y si van a coger una gripe, la van a coger igual en el bar o en el autobús, por eso lo importante es que se vacunen ellos. Además, si yo no me vacuno, eso que se ahorra el sistema”.
David Moreno, coordinador del Comité Asesor de Vacunas (CAV) de la Asociación Española de Pediatría, admite que “la estadística de EE UU aporta un importante número de profesionales sanitarios que se vacuna de gripe, si bien es un porcentaje que probablemente esté calculado al alza, dado que ha sido estimado a partir de una encuesta onlinerealizada a través de una página web de vacunas, sin haberse podido refrendar la veracidad de los datos”. “De todos modos, esta cobertura es superior a la de nuestro medio, y las razones pueden ser variadas. En EE UU, cada vez más centros sanitarios exigen de una forma u otra la vacunación antigripal a todos sus trabajadores. Por otro lado, la recomendación de vacunación antigripal universal a todos los ciudadanos hace que exista mayor concienciación para la vacunación”.Esta opinión no es universal ni muchísimo menos. En algunos países, como Estados Unidos, la vacunación se considera casi obligatoria en muchos Estados, y el profesional que no quiere recibir el pinchazo tiene que justificarlo (razones médicas, religiosas o de creencias). El resultado es que la tasa de médicos vacunados (tomados como ejemplo de la profesión sanitaria en su conjunto) multiplica por siete la española. Los datos del Centro de Control de Enfermedades de Atlanta (el organismo científico asesor del Departamento de Salud —el ministerio— estadounidense) indican que el año pasado se vacunaron el 66,9% de los profesionales sanitarios. Y, entre los médicos, la proporción fue del 85,6% (frente a menos del 20% de los españoles). Las enfermeras no les van a la zaga: lo hizo el 77,9%.
Se refiere el presidente de los médicos a los recelos causados por la campaña contra la vacuna de la gripe que se desató con la epidemia de gripe A (un virus H1N1 que sigue circulando) del año 2009. Aquel verano (porque esa vez en el hemisferio norte el virus apareció fuera de su temporada habitual) fue un caldo de cultivo para todo tipo de informaciones confusas. Las vacunas estuvieron más vigiladas que nunca, y el hecho de que, al final, solo se haya podido relacionar una de ellas —que no se usó en España— con un ligero aumento de casos de narcolepsia en algunos países nórdicos no ha acabado de cerrar las sospechas. Además, a toro pasado se comprobó que la alerta decretada por la Organización Mundial de la Salud, aunque se ajustaba a sus procedimientos, era a todas luces exagerada: el virus, sí, fue más grave para los más vulnerables (hubo más ingresos en UCI y los pacientes estuvieron más tiempo), pero para el grueso de la población la gripe fue como la de otros años.¿Cuál es la diferencia con España? El presidente del Consejo General de Colegios de Médicos, Juan José Rodríguez Sendín, cree que “los médicos son firmes partidarios de las vacunas, pero no de la de la gripe”. “Y la gripe A ha agudizado la situación”. “El devenir histórico no ha ayudado nada, y menos cuando ha habido fracasos en la comunicación y se pusieron de manifiesto conflictos de intereses”.
Moreno insiste, en cambio, en que la vacunación de los profesionales tiene las ventajas ya indicadas. Y a ello “hay que añadir el beneficio personal de no padecer la gripe, ya que es un personal muy expuesto al virus, y con ello enfermarán menos y disminuirá el absentismo laboral”.Sendín cree que precisamente porque los médicos “están informados y tienen formación científica” son más conscientes de los “claroscuros de la evidencia científica”. “No hay un consenso absoluto”. “Para la mayoría, la gripe es un proceso benigno”, recalca. Pero el presidente de los colegios médicos no cree que esta postura influya en su trabajo. “Es cierto que los médicos no se vacunan y quizá son excesivamente tolerantes”, pero eso no quiere decir que no cumplan estrictamente con su labor. “Desde luego ofrecen lo que la autoridad sanitaria recomienda, porque la ley hay que obedecerla sí o sí”.
De hecho, la Ley de Salud Pública que impulsó el último Gobierno del PSOE incluso planteó que los profesionales tengan que informar a los pacientes sobre si se han vacunado. Eso “choca con la intimidad del médico, pero si se mira el alma de la ley, podría llegar a ser una medida beneficiosa. A la vez que da ejemplo, el profesional se convence más de esta medida. Se ha demostrado que los médicos vacunados son hasta tres veces más proclives a recomendar la vacunación a sus pacientes y les proporcionan mayor información sobre la misma”, dice Moreno.
En último extremo, se ha llegado a barajar la idea de obligar a los profesionales. “La ley solo obliga en casos extraordinarios”, dice Rodríguez Sendín. En cambio, el Consejo General de Enfermería, junto a 12 sociedades científicas, se ha manifestado a favor de la medida al presentar un documento de consenso sobre la vacunación. Moreno recuerda que la vacunación no es obligatoria ni siquiera entre los niños. “Legalmente no es un obstáculo para la escolarización”, indica. Pero enumera los motivos por los que “unos padres que deciden no vacunar un hijo colisionan con varios principios universales: el derecho de unos padres a elegir lo que ellos creen que es mejor para sus hijos, el derecho individual de un niño a obtener para sí mismo lo mejor desde el punto de vista sanitario, aunque sus padres no lo acepten, y el derecho de otros niños o adultos que sí siguen los programas de vacunación a no contagiarse por los niños que hayan enfermado por no vacunarse”.Rodríguez Sendín no lo comparte. “El asunto no está claro. Por eso nosotros no nos hemos pronunciado”. Modoaldo Garrido, director Gerente del hospital Universitario Fundación Alcorcón y miembro de Sedisa, admite que las tasas de vacunación son “muy bajas”. “Se debería valorar la concesión de algún tipo de incentivo, por ejemplo al servicio o unidad que consiguiera mayor tasa de porcentajes de vacunación, o bien incluir esta como parte de la evaluación de los objetivos anuales”.

Garrido va más allá: “Una de las mejores formas de proteger a los pacientes, sobre todo a los de alto riesgo, es que el profesional esté protegido y vacunado, por lo que creo que la obligatoriedad de la vacuna estaría justificada”. En cualquier caso, todos apuestan antes por la convicción. Mientras, los profesionales seguirán aconsejando algo que, mayoritariamente, no se aplican.Este último supuesto podría aplicarse a los profesionales sanitarios, pero “es un debate que es público y aún no resuelto desde el punto de vista legal y ético”, dice Moreno. También Rodríguez Sendín rechaza entrar en ello. “Nosotros solo pedimos prudencia y que se siga estudiando. Hay que confirmar y poner todo en claro. Lo que no se puede es sacar la ética a pasear. Más que obligar a vacunarse, habría que obligar a que no se fume o no se tome alcohol”, argumenta.

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