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domingo, 16 de junio de 2013

Rousseff, recibida con silbidos en el estadio de Brasilia

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, fue recibida con silbidos hasta tres veces por los aficionados presentes en el estadio Mané Garrincha en Brasilia, donde asistió a la apertura de la Copa de las Confederaciones. La reacción de los aficionados fue más bien inesperada, ya que la presidenta goza de una popularidad de un 75%.
Se disputaba el partido entre Brasil y Japón y la mandataria estaba acompañada por el presidente de la Fifa, Joseph Blatter. El primer abucheo tuvo lugar cuando se anunció su presencia por la megafonía del estadio, antes de la ejecución de los himnos nacionales de Brasil y Japón. Más tarde, cuando Blatter la nombró en su discurso, volvió a oírse la pitada. Finalmente, en el momento en el que ella tomó el micrófono para anunciar la apertura de la Copa, se mezclaron los abucheos y los aplausos. El presidente de la Fifa intervino para recriminar a los aficionados. “¿Dónde está el respeto, donde está el fair play?”, se preguntó molesto al micrófono. El estadio volvió a silbar.
En 2007, en la apertura de los juegos Pan-Americanos de 2007, en Río, el entonces presidente de la República, Lula da Silva, fue fuertemente silbado por los aficionados y no pudo ni pronunciar su discurso. Ahora, no será difícil que los analistas políticos vean una relación entre las manifestaciones callejeras que han surgido en el país y ese desplante a Rousseff. No obstante, existe un adagio que dice que los brasileños son capaces de silbar “hasta a un minuto de silencio”.
Antes de iniciar el partido, la Fuerza de Choque de la policía militar detuvo a 23 de los 600 manifestantes que habían ido a protestar contra los 600 millones de dólares que había costado el estadio. Usaron gases lacrimógenos e hirieron a uno de ellos con balas de goma. El clima era ya tenso al inicio de la inauguración de la Copa. El tres a cero de Brasil devolvió la alegría al estadio. 

Vista a la favela

Horas antes, la presidenta, en un discurso duro en la favela de la Rocinha de Río de Janeiro, había criticado lo que llamó “terrorismo informativo” y arremetió contra los que “juegan a cuanto peor, mejor”. Ante los cientos de personas de aquella comunidad pobre que la recibió con ovaciones, dijo con voz firme: “Pueden esperar sentados los que piensan que voy a cortar el gasto social” .
Rousseff habló 48 horas después de las manifestaciones de protesta contra los altos precios de los transportes públicos en Sâo Paulo, Río y Porto Alegre, que silenció por completo. Sus críticas se dirigieron a la oposición que, según ella, intenta torpedear su política económica. Mientras hablaba en la favela, aplaudidísima, el Financial Timespublicaba que “la capacidad de Dilma de estimular la economía había llegado a su fin”.
La mandataria, usando palabras duras y mucha ironía, rechazó de plano que Brasil esté pasando por una crisis económica y que la inflación esté fuera de la meta del gobierno. “Nosotros jamás dejaremos que vuelva la inflación. Hoy está bajo control y continuará bajo control”. Y añadió: “Pido que no escuchéis a los que apuestan por lo peor. Críticas, sí, terrorismo, no”.
Recordó la mandataria que frente a la mayor crisis mundial desde 1929, Brasil tiene “el menor índice de desempleo del mundo”. En su discurso criticó abiertamente a la prensa que afirma que Brasil “pasa por un momento de dificultad”, y afirmó: “No es sólo que Brasil no pase por un momento difícil, sino que es un país totalmente sólido. Tenemos una de las menores relaciones entre deuda líquida y el PIB. No gastamos más de lo que tenemos. Somos serios en relación a la política fiscal”.
Criticó a la oposición al afirmar que en este país nadie se había interesado por los pobres hasta el 2003, año en que Lula da Silva llegó al poder. Días atrás, en otro discurso en Curitiba, la mandataria había calificado a los críticos de su política económica como “vendedores de caos”. Y el día enterior, en Brasilia, había comparado a la oposición al Viejo de Restelo, el personaje de Luis Camões en su obra Os Lusíadas, considerado el prototipo del pesimismo.
Levantando aplausos, Rousseff les recordó el viejo dictado de la tarta: “Antes, ellos (la oposición) decían: 'O se reparte la tarta o se la deja crecer, porque si se distribuye antes de crecer es un desastre. Y nosotros hemos demostrado que eso es mentira, sólo crece la tarta si se reparte”. Según la presidenta ha sido el “pueblo pobre” de Brasil el que la eligió y ese pueblo es hoy, afirmó, “la fuerza del mercado de nuestro país”.

EL PAIS