a presidenta de Argentina, Cristina Fernández, echó el lunes del Gobierno –o aceptó su dimisión- al ministro de Seguridad, Arturo Puricelli, que había jurado el cargo el pasado junio. Y en su lugar designó a María Cecilia Rodríguez, de 46 años. La noticia se conoció a la una de la tarde a través de un escueto comunicado leído en la Casa Rosada por el portavoz del Gobierno, Alfredo Scoccimarro. El Gobierno, como suele ser habitual en estos casos, no ofreció ninguna explicación sobre la marcha de Puricelli. No obstante, la inseguridad ciudadana es desde hace un par de años uno de los principales argumentos que utiliza la oposición para desgastar al Gobierno. En los seis meses en que Puricelli ejerció el ministerio no se percibió ninguna mejoría. Pero fueron solo seis meses y en realidad, el hombre que mandaba y manda en ese ministerio es el secretario de Seguridad, Sergio Berni.
A pesar del cambio de caras, es muy probable que Sergio Berni continúe siendo el ministro en funciones. De hecho, una de las características más destacables de esta licenciada en Ciencias Políticas es que se trata de una persona de la absoluta confianza de Berni. No estamos, por tanto, ante un cambio de la magnitud de los otros que acometió Fernández tras pasar 47 días en reposo. Arturo Puricelli, de 66 años, estaba muy lejos de ser un personaje destacado en el Gobierno. No tuvo nunca el poder ni la influencia sobre Cristina Fernández que el anterior Secretario de Estado de Comercio, Guillermo Moreno, a quien la presidenta también le aceptó la dimisión. Todo el mundo asume que el verdadero poder del ministerio se encuentra en manos de Sergio Berni, el secretario de Seguridad. Pero la marcha de Puricelli, por muy irrelevante que fuese su papel en el Ejecutivo, no deja ser un cambio, uno más desde que Fernández volvió a ejercer la presidencia.
El nombramiento de la ministra de Seguridad se suma así al de Jorge Capitanich como Jefe de Gabinete –con las atribuciones de un superministro-, al de Axel Kicillof al mando del ministerio de Economía –sin un Guillermo Moreno que le haga sombra-, a la designación de Carlos Casamiquela como ministro de Agricultura, al nuevo presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, y al del nuevo responsable del organismo encargado de luchar contra la droga.
En las últimas semanas tanto la Iglesia como la Corte Suprema habían denunciado el avance del narcotráfico en las estructuras del Estado. La Iglesia señalaba al Gobierno como responsable de ese avance y denunciaba que no había nadie al frente de la Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción (Sedronar). Fernández respondió la semana pasada a la Iglesia con un regalo envenenado: nombró al frente de ese organismo a un cura… pero elcura es Juan Carlos Molina, quien ha mostrado en numerosas ocasiones su afinidad al Gobierno . Y ahora nombra como ministra de Seguridad a Cecilia Rodríguez, quien mantiene excelentes relaciones con Juan Carlos Molina.
Cecilia Rodríguez era la secretaria de Coordinación Militar de asistencia en Emergencias, en el Ministerio de Defensa. Organizaba la logística de las fuerzas armadas en situaciones de catástrofes. Cristina Fernández la condecoró por su labor en Haití, donde trabajó con los Cascos Blancos a través del ministerio de Exteriores. También actuó ante el Huracán Mitch de Nicaragua y Honduras y el tsunami de Indonesia, según informa la agencia oficial Télam.