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domingo, 9 de septiembre de 2012

Dime cómo es tu vaso y te diré lo rápido que te emborrachas

Un grupo de investigadores de la Universidad de Bristol ha estudiado la relación entre la forma de los vasos y lo rápido que se bebe su contenido. Han descubierto que ésta solo existe cuando se trata de bebidas alcohólicas. Y que todo depende de la capacidad de los bebedores para saber cuánto han pimplado.

Según los resultados de sus experimentos, el alcohol se bebe hasta un 60 por ciento más despacio en vasos rectos que en vasos curvos. En estos últimos es más difícil determinar cuánto se ha consumido. Cuando los participantes tenían que tomar una bebida sin alcohol, sin embargo, el recipiente dejaba de tener importancia.

«Debido a los daños —tanto personales como sociales— que se asocian al consumo excesivo de alcohol, hay un gran interés en estrategias para controlarlo. Aunque muchos consumen alcohol con responsabilidad, no es difícil tomarse "una de mas" y emborracharse», aseguró Angela Atwood, directora del estudio, que ha publicado sus resultados en la revista de acceso libre PLoS One. «Si se tienen en cuenta los efectos adversos del alcohol sobre la toma de decisiones y el autocontrol, supone un cierto peligro».

El experimento


Los investigadores reclutaron a 160 bebedores sociales entre personal y alumnos de su universidad. De entre 18 y 40 años, y que no presentasen síntomas de alcoholismo ni otras patologías. El comité ético de la Universidad de Bristol autorizó el experimento.

Sometieron a los sujetos del estudio a una sesión en las que tenían que beber cerveza o refrescos, en vasos rectos o curvos —tipo Pilsner, más estrechos en la base que en el borde—. Las cervezas se bebieron más despacio cuando se servían en una copa recta, con el mismo grosor en toda su longitud. En el caso de los refrescos, o cuando sólo llevaban media carga de bebida alcohólica, el recipiente fue irrelevante.

Todos los participantes tuvieron que asistir a una segunda sesión en la que tenían que determinar cuál era el punto medio —en términos de volumen de líquido, no de longitud— de una serie de recipientes que se les mostraron en fotos. En éste quedó patente que, mientras que en los vasos rectos es sencillo —coinciden el punto medio volumétrico y el de la altura del vaso—, no ocurre lo mismo con los otros. También, que cuanto peor era el error con las imágenes, más rápido era el consumo con el vaso curvo con respecto al recto.

Más rápido, más borracho


La hipótesis que manejan los investigadores es que la percepción del contenido del vaso —de cuánto se ha bebido y cuánto queda por beber— influye en la velocidad a la que se consume. Como en las copas curvas parece que hay más líquido del que realmente hay, el bebedor lo consume más rápido. Como su juicio es más preciso en el caso de los recipientes rectos, los tragos son más moderados.

«La gente suele decir que van a tomárselo con más calma cuando hablan de beber alcohol en términos de controlar su nivel de embriaguez. Y creo que es importante que de nuestra investigación se deduce que la capacidad para regular el ritmo de consumo puede verse alterada por ciertos vasos», explicó la doctora Atwood.

Existe una relación entre la velocidad a la que se bebe alcohol y sus efectos. La ingesta rápida aumenta el grado de intoxicación y, además, induce a mayor consumo. Por eso, y porque el alcohol es responsable de más de dos millones de muertes al año según la OMS, un consumo sosegado puede tener un impacto positivo tanto a nivel individual como a nivel social.
ABC.ES