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domingo, 14 de agosto de 2011

Cubanos “descubren” los impuestos después de medio siglo

 
LA HABANA (AP) — Según un popular refrán, en la vida hay dos cosas ineludibles: la muerte y los impuestos. A los cubanos, no obstante, les cuesta aceptar la segunda fatalidad.

En los últimos meses las personas en la isla debieron incorporar a su léxico términos desconocidos como “declaración jurada”, “deducciones” o “impuesto a las ganancias” al calor de una serie de reformas que abrieron paso a modestas manifestaciones de iniciativa privada en la isla y también obligarán a toda persona que trabaje por cuenta propia a pagar tributos al Estado, algo que la mayoría de los ciudadanos no entiende a cabalidad.

“Nunca he pagado impuestos. En todos estos años esa palabra se salió del diccionario de los cubanos. Suena más bien como a país capitalista y hablar de impuestos en Cuba es algo como de extraterrestres”, dijo Iliana Ocampo, una oficinista de 43 años.

Dos terceras partes de los 11 millones de cubanos nacieron después del triunfo de la revolución en 1959 y casi nunca en su vida pagaron tributos, aunque siempre tuvieron las prestaciones estatales como salud o educación gratuita.

Como Ocampo, la empleada Moraima Santos, de 66 años, indicó: “Las personas se desacostumbraron y ahora se preguntan ¿por qué tengo que pagar? Se olvidan que en todos los países se paga”.

Los nuevos impuestos implementados afectan únicamente a quienes trabajan por cuenta propia, que hoy por hoy son aproximadamente 325.000 personas, un 6% de una fuerza laboral de casi cinco millones, según cifras oficiales de la Oficina Nacional de Estadística.
 
Pero la ministra de Finanzas, Lina Pedraza, dijo que espera que aumente rápidamente la cantidad de trabajadores independientes sujetos a tributar y estimó para el 2015 unos 1,8 millones de personas trabajando por cuenta propia.

Paguen o no impuestos en lo inmediato, todos los cubanos comenzaron a hablar del tema, en parte porque las autoridades abrieron una campaña para concientizar a la gente sobre la importancia de que el trabajador independiente contribuya y de que eventualmente todos los ciudadanos entiendan lo vital que es aportar al Estado y sus enormes gastos sociales.

Desde que comenzó el proceso para autorizar a los comercios de propiedad privada a finales del año pasado se entregaron unas 178.000 licencias que se sumaron a las 147.000 existentes desde la década de los 90, cuando se había producido una apertura más limitada que la actual.

Paralelamente, las autoridades instrumentaron reformas al sistema tributario obligando a los “cuentapropistas”, como se denomina a las personas que trabajan bajo esta modalidad, a pagar impuestos a los ingresos personales (hasta el 50%), a las ventas (un 10%) y en algunos casos para la seguridad social (un 25%). Además se creó un tributo a la contratación de fuerza de trabajo, que quedó en suspenso por el año en curso.


Se instrumentó asimismo un sistema “simplificado” para 91 rubros –los más humildes, como arriero, jardinero, cerrajero o mecanógrafo–, bajo el cual una lavandera, por ejemplo, abonará sólo 30 pesos cubanos mensuales (1,25 dólares), además, si es menor de 60 años, de los 87 pesos cubanos (3,62 dólares) de su seguridad social y no tendrá que realizar declaración jurada o rendir cuentas anuales.

“Al comienzo estaba muy confundido”, explicó a la AP Luis Antonio Véliz, de 33 años, dueño de “Fashion Bar Havana, un “paladar” (restaurante) que se inauguró en diciembre y hoy es un ejemplo de éxito en su rubro.
“Tener mi negocio era mi sueño… Pero la verdad me dio miedo”, dijo Véliz, quien estudió gastronomía y no tenía ni idea de cómo llevar la contabilidad o pagar los impuestos cuando instaló su local en el patio trasero de su casa.

“Me presenté en el Ministerio de Trabajo y ellos me explicaron todo. Cómo se llevaba la economía, dónde eran pagaderos los impuestos, los papeles del banco para ser legal y al final ¡me dio más miedo!”, bromeó el joven, ahora menos asustado y convertido por necesidad en un experto en costos, tributos y utilidades.

Otra novedad es el incremento de las deducciones impositivas –complejas en un país donde casi nadie da facturas–, que pueden alcanzar hasta el 40% de los ingresos obtenidos para algunas de las 178 actividades autorizadas a realizar.
 
La idea de cobrar impuestos a los pequeños comerciantes “es traerlos al sector formal, para que crezcan a través de establecer vínculos con otras pequeñas empresas y desarrollarse. Un negocio que opera ilegalmente tiene mucho menos margen para crecer, no consigue crédito, etcétera”, expresó a la AP el economista Rafael Romeu de la Asociación de Estudios de la Economía Cubana, una organización independiente con sede en Washington.

El economista cubano Rafael Betancourt reconoció en un artículo de la revista “Temas” del mes de marzo que era “lamentable” que el sistema tributario en la isla no estableciera “periodos de gracia” para recuperar capital inicial invertido, como sí se hacía para atraer a inversores extranjeros.

Así, sostuvo, la carga tributaria constituye “un desestímulo para que se legalicen los que actualmente trabajan al margen de la ley”, en el mercado negro.

A mediados del año pasado el presidente Raúl Castro anunció una “modernización” del modelo cubano cuya economía se encontraba en crisis e incluyó la apertura del hasta entonces estigmatizado trabajo independiente del Estado pero también la reducción de los empleos públicos, la entrega de tierras en usufructo a productores privados y un recorte de los subsidios universales, sobre todo de alimentos y productos de aseo básico que se entregaba periódicamente a cada ciudadano.

Un histórico congreso del Partido Comunista en abril avaló la política de Castro, por lo que en las próximas semanas los cubanos verán una transformación de su sociedad, más apertura, pero también más obligaciones por cumplir.

Sin embargo, según Romeu, “las autoridades cubanas deberían estimular este sector con un sistema tributario menos complicado, menos rígido”.

A pesar de que las autoridades indicaron que habrá en los meses venideros una reformulación de la ley tributaria vigente, que data de 1994, la estructura actual contempla 11 impuestos –a los ingresos, las ventas, la propiedad, etc–, tres tasas y una contribución a la seguridad social.

El vicejefe de la Oficina Nacional de Administración Tributaria (ONAT), Vladimir Regueiro, dijo en entrevista exclusiva con la AP que, dada la realidad del país, algunos de los impuestos se mantienen “congelados” y no se aplican, como al salario o el de las viviendas, que podría comenzar a implementarse próximamente a partir de una decisión de permitir a los cubanos vender sus casas. En la actualidad las posibilidades de traspaso de propiedad son limitadas.

Para Regueiro, la afluencia de nuevos –y poco expertos– contribuyentes es un reto también para la ONAT.
“El pago de impuestos se constituye en una forma de contribuir a la sociedad y eso es un concepto que debemos ganar. Fueron muchos años en que nosotros hemos estado alejados de esa idea y ahora la estamos reorientando”, manifestó Regueiro. “Se debe insistir en un proceso de capacitación”, expresó.

Los impuestos son también una forma del Estado de evitar el enriquecimiento personal desproporcionado en el marco de un sistema comunista, reconoció Regueiro, quien destacó el gran gasto social de la isla, donde la salud y la educación son absolutamente gratuitas y hay una enorme cantidad de subsidios a alimentos y servicios para la población.

La ministra Pedraza indicó que las estimaciones arrojadas por el gobierno revelan que la utilidad de los pequeños empresarios luego de pagados tasas y tributos era de aproximadamente 35% y los gastos oscilaba en un 20% ó 25%.

El economista Romeu opinó que ese es un monto aceptable a nivel mundial, aunque no para Cuba.
“Está en un rango razonable internacionalmente para negocios desarrollados, que llevan contabilidad moderna y pueden tener una estrategia de desarrollo corporativo que está en armonía con el sistema tributario, lo cual no es el caso en Cuba”, expresó el analista con sede en Washington.

“Cuba está aplicando a pequeños negocios un sistema tributario innecesariamente rígido en ciertos aspectos e inadecuado”, agregó Romeu, para quien sería necesario que se cobrase menos impuestos, se les ofreciera más facilidades o se simplificara el esquema.

Cuba no cuenta hoy, por ejemplo, con créditos para estos pequeños negocios, un sistema de anuncios publictarios o un mercado mayorista donde sus gastos sean menores.

El economista isleño y catedrático emérito de la Universidad de Pittsburgh en Estados Unidos Carmelo Mesa-Lago coincidió con Romeau.

“Creo que los impuestos son todavía excesivos y deberían reducirse mucho más, para crear incentivos a la producción agrícola y el cuentapropismo”, manifestó Mesa-Lago.

De un modo u otro, y por más que no los comprendan bien o haya dejado de pagar impuestos durante más de 50 años, los cubanos deberán comenzar a prestar más atención a los términos y finalmente hacerse de una cultura tributaria.