Lo Último

.

.

sábado, 28 de enero de 2012

Libro revela que durante el gobierno de Clinton en el FBI había infiltrados de Al Qaeda, Cuba, China y Rusia


(EFE).- El expresidente de Estados Unidos George W. Bush evitó la renuncia del director del FBI, Robert Mueller, al prometerle que convertiría en legal un programa clandestino de escuchas a los estadounidenses, algo que no hizo hasta años después.

Así lo indica el periodista del diario New York Times Tim Weiner en su libro “Enemies: A History of the FBI”, que se publicará el 14 de febrero en Estados Unidos y del que hoy adelantó algunos extractos el diario Huffington Post.

El libro revela también que la Oficina Federal de Investigaciones (FBI, por su sigla en inglés) estuvo infiltrada entre 1993 y 2001 por agentes que trabajaban para Cuba, China, Rusia y la organización terrorista Al Qaeda, y que la agencia federal dirigió la invasión estadounidense de la República Dominicana en 1965, que resultó en el regreso de Joaquín Balaguer a la presidencia del país.

Además, el FBI reconstruyó los documentos y cintas relativos al caso “Irán-contras”, después incluso de que la Casa Blanca hubiera destruido toda prueba relacionada con la venta de armas a Irán y el desvío secreto de fondos a la guerrilla antisandinista de Nicaragua en 1986 y 1987.


Weiner profundiza especialmente en la historia de la agencia después del 11 de septiembre de 2001, cuando Bush autorizó al FBI y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA, por su sigla en inglés) a espiar las comunicaciones telefónicas y electrónicas de ciudadanos estadounidenses sin el permiso del tribunal especial que maneja esos casos.

Mueller se opuso tajantemente al programa por considerar que la Casa Blanca “trataba de esquivar” la ley, y en marzo 2004 llegó a escribir una carta de dimisión como director del FBI por este asunto, señala el libro.

Con el ultimátum de Mueller sobre la mesa, Bush le prometió en una reunión en la Casa Blanca “que daría un sustento legal al programa”, incluso cuando el fiscal general de EE.UU., John Ashcroft, se había negado el día anterior a autorizarlo.

La promesa de Bush no se cumplió de la noche a la mañana. Pasaron años. Pero basándose en ella, Mueller y sus aliados retiraron sus amenazas de dimitir. Bush mantuvo el secreto durante 20 meses más”, hasta que el New York Times hizo público el programa en diciembre de 2005, escribe Weiner.

Tanto Bush como Mueller “habían hecho un juramento, cuando asumieron su puesto, de ejecutar fielmente las leyes de Estados Unidos. Sólo uno mantuvo su juramento”, asegura el escritor.

El libro indica, además, que el exsubdirector del FBI Mark Felt no fue el único “Garganta Profunda” en el famoso caso “Watergate” que condujo a la dimisión del expresidente Richard Nixon, sino que hubo al menos cinco de ellos.

Al terminar su jornada, Felt mantenía reuniones con otros cuatro altos cargos de la agencia -Bob Kunkel, Charles Bates, Dick Long y Charles Nuzum- y algún funcionario más de confianza, en las que conversaban sobre el desarrollo de la red de espionaje político.

“Juntos tomaron una decisión consciente de filtrar la información a los periódicos. Lo hicieron porque la Casa Blanca estaba obstruyendo la investigación”, dijo a Weiner el exagente del FBI Paul Daly, según relata.

Durante la Guerra Fría, el FBI pudo infiltrar espías en “los más altos niveles” de los gobiernos comunistas de Cuba, China y la Unión Soviética, los cuales devolvieron la jugada en los años 90, durante la presidencia de Bill Clinton.

El FBI invirtió entonces “más tiempo y energía” investigando la supuesta infiltración de espías enviados por China en la Casa Blanca “que en cualquier investigación de terrorismo”, en la década que precedió al 11-S y en la que, según el libro, operativos de Al Qaeda llegaron a filtrarse en los despachos de la agencia federal.

La obra de Weiner sostiene también que bancos estadounidenses hicieron lucrativos negocios con la Alemania nazi en los años 30, y que los rumores sobre la homosexualidad del fundador del FBI, Edgar J. Hoover, son “casi seguramente falsos”, al contrario de lo que sugiere la reciente película de Clint Eastwood.