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sábado, 27 de diciembre de 2014

“Para nosotros la noche del 26 de septiembre no ha terminado”

Los familiares de los estudiantes de magisterio secuestrados y desparecidos hace tres meses en Guerrero, estado del sur de México, volvieron este viernes a recorrer las calles de la capital de país, México DF, arropados por estudiantes, sindicatos y sociedad civil en su cruzada por el esclarecimiento de lo sucedido la noche del 26 de septiembre.
Los padres y madres de las víctimas rechazan la versión oficial de la Fiscalía, que da a los estudiante por muertos a manos de sicarios del cartel local Guerreros Unidos. Durante la manifestación, menos numerosa que en otras ocasiones -de unas 3.000 personas, según la agencia France Press- se volvió a escuchar una y otra vez el lema central de las protestas: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”.
La quinta marcha del movimiento ciudadano transversal y no partidista que ha generado el acontecimiento de Iguala, la ciudad donde fueron secuestrados, salió de la plaza de Ángel de la Independencia encabezada por tres filas de padres y familiares mostrando las fotografías de los normalistas de Ayotzinapa, una pequeña localidad cercana a la capital de Guerrero, Chilpancingo.
Tras recorrer el paseo de Reforma, una de las arterias de la ciudad, el trayecto terminó en la plaza de la Revolución. “Si pensaban que nos íbamos a quedar sentados a esperar la Navidad y disfrutar de las vacaciones es que no han entendido nada. Si no hay Navidad para nosotros no hay Navidad para ellos”, expuso uno de los portavoces en un escenario colocado a la espalda del monumento a la insurrección mexicana de 1910.
Los familiares protagonizaron otra concentración durante la Nochebuena en las inmediaciones de Los Pinos, la residencia del presidente Enrique Peña Nieto, a quién responsabilizan explícitamente. “El gobierno no ha respondido ni ha solucionado el problema. Exigimos castigo a los culpables y justicia para los desaparecidos”. La investigación se ha cobrado por ahora más de 70 detenciones, entre ellas la del alcalde de Iguala, José Luis Abarca, y su esposa María de los Ángeles Pineda, presuntos autores intelectuales del suceso. 
La versión oficial de la Fiscalía, según los testimonios de tres sicarios detenidos, es que los estudiantes fueron víctimas de la acción concertada del narco y la policía municipal, que siguiendo las órdenes del regidor atacaron a balazos a los estudiantes, los secuestraron y los entregaron al cartel local. Hacinados en una camioneta fueron trasladados hasta el pueblo vecino de Cocula, donde habrían sido ejecutados, calcinados en un basurero y los restos arrojados en bolsas de basura a la corriente del río San Juan.
Los peritos tan solo han identificado por ahora entre los restos encontrados en el río a uno de los 43 detenidos por la policía de Iguala, Alexander Mora Venancio, de 19 años. El trabajo de identificación del resto de cuerpos puede prologarse aún varios meses. Dado el grado de descomposición de las pruebas halladas, las autoridades mexicanas han remitido los restos a un laboratorio de Innsbruck, en Austria, especializado en pruebas forenses de ADN.
El contingente de familiares y amigos de los estudiantes continúa siendo muy escéptico con todos los detalles del proceso comunicados por la Fiscalía. “Para nosotros la noche del 26 de septiembre no ha terminado. Sólo hay incertidumbre, rabia y desesperación. Para nosotros, siguen vivos”, señaló José Luís Méndez Pérez, estudiante de 19 años de la escuela normal de Ayotzinapa.
“Vamos a encontrarlos allá donde los tengan, en los más oscuro de los cuarteles militares. Ellos participaron, ultrajaron y humillaron a los chicos”, afirma uno de los portavoces. La conjetura de la implicación de fuerzas de seguridad federales en el suceso, defendida por los familiares, ha sido descartada por el Gobierno, que mantiene que el ejército no salió aquella noche de las dependencias que tiene en la propia ciudad de Iguala.
Delegaciones de distintas universidades del país, como la Unam o laPolitécnica, que llevan desde el inicio trabajando conjuntamente con el entorno de los normalistas de Ayotzinapa, volvieron a constituir uno de los núcleos de la protesta. “Tenemos que aprovechar la efervescencia del movimiento y alcanzar mayor impacto. Queremos que esto no quede sólo en una muestra de indignación”, señaló Alejandro Velázquez, estudiante de Filosofía de la Unam.
En el cierre del acto, antes de anunciar su regreso a Guerrero para cuidar de sus familias y reorganizar el rumbo de su misión, los padres aprovecharon para lanzar un mensaje que sintetiza el desafío, en forma de impugnación de las instituciones, en que se ha convertido el movimiento: “Les pedimos que no voten hasta que aparezcan nuestros hijos. En Guerrero va a haber elecciones el año que viene. Pero ningún pinche partido es digno. Mientras no nos los entreguen no habrá paz”.EL PAIS