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domingo, 17 de mayo de 2015

ECONOMIA

Tiempos de relevo en la empresa

De los 35 presidentes de las empresas del Ibex, 19 tienen 65 años o más. Lo mismo, quizá con más énfasis, puede decirse de los grupos familiares que no cotizan en Bolsa. La tendencia a perpetuarse en las cúpulas de las empresas es una característica habitual en la empresa española. Por eso, los movimientos que se han sucedido en varios de los grupos empresariales en los últimos meses han avivado el debate sobre el relevo generacional en las presidencias y la mayor cesión de las tareas ejecutivas a consejeros delegados.
Hay quien sostiene que a raíz del traspaso de poderes del rey Juan Carlos, con 76 años, a su hijo Felipe VI, entonces de 46, se creó una conciencia de cambios generalizada que afectó también al mundo empresarial. Una reflexión más profunda apunta a que tiene poco que ver. Aunque los tiempos de cambio han llegado, la mayor esperanza de vida ayuda a mantenerse en el mando.
Salvando casos como el de Amancio Ortega (79 años), que en 2011 cedió su silla en Inditex a Pablo Isla (51)después de haberle tenido como consejero delegado seis años, y de Esther Koplowitz (61), que el año pasado designó presidenta de FCC a su hija Esther Alcocer (44), manteniendo en ambos casos el control accionarial, no se ha producido ningún relevo que no responda a causas naturales (fallecimiento del patriarca: Emilio Botín, Banco SantanderIsidoro Álvarez, El Corte Inglés, y José Manuel Lara, Planeta); estatutarias (sustitución de José Manuel Martínez por Antonio Huertas en 2012 en Mapfre al cumplir los 65 años); cambio de propietario (Cepsa, que pasó de Total a manos de IPIC del emirato de Abu Dabi, o Endesa, tras pasar a la italiana Enel) o políticas (sustitución de Javier Monzón tras 22 años al frente de Indra por Fernando Abril-Martorell a propuesta del accionista mayoritario, la estatal SEPI, o de Mario Fernández por Gregorio Villalabeitia en Kutxabank por parte del PNV).
Son ejemplos que dejan al descubierto la realidad empresarial española. En pocos casos se debe a razones de gobernanza, lo que cuestiona el relevo y el reparto de funciones entre el presidente y el consejero delegado (CEO, chief executive officer, en su terminología inglesa), pese a que es cada vez más valorado y habitual, como lo demuestran los casos recientes de Repsol o ACS y los de otras compañías cotizadas, que ya cuentan con ellos.
Pese a ello, existe resistencia a delegar el mando, sobre todo en los grupos familiares. ¿Por qué voy a mover el banquillo si la gestión va bien? ¿Si esta es mi empresa por qué tengo que retirarme? ¿Qué voy a hacer si me voy? Si me voy, la empresa está condenada al fracaso... Ante esas reflexiones, las escuelas de negocios y las consultoras sostienen que la obligación de los presidentes es preparar un sucesor. Y destacan el papel que deben jugar los consejos de administración en aras de velar por las constantes vitales de las empresas, que son crear riqueza y satisfacer al accionista. En todo caso, resaltan que las empresas dependen de quien las gestiona. Por eso, los cambios deben estar justificados. En los grupos familiares el asunto es más complicado porque la primera referencia recae en el heredero, que no tiene por qué llevar la línea ejecutiva y sí tener un equipo potente.
Según datos del Instituto de Empresa Familiar (IEF), casi seis de cada 10 empresas del IEF tienen un protocolo familiar, un consejo de familia y normas escritas para la incorporación de familiares. El 39% cuenta con una asamblea familiar, y el 43% tienen family office, que se ha puesto de moda para preparar la sucesión. El 10% tienen previsto realizar el relevo en los tres próximos años, contando el 36% con un programa acordado.

Relevos por fallecimiento

Precisamente, en los relevos en el Santander y El Corte Inglés, aunque fueron por fallecimiento, la presidencia recayó en las personas que habían sido preparadas para ello. En el caso de Emilio Botín (79 años) fue su hija Ana Patricia (54), hasta entonces responsable de la filial en Reino Unido y consejera, y en el de Isidoro Álvarez (79), su sobrino Dimas Gimeno (39). El relevo, en ambos casos, ha tenido su parte morbosa. Ana Botín aplicó en seguida su librillo y sustituyó al consejero delegado, Javier Marín (49), por José Antonio Álvarez (54), hasta entonces director financiero, además de realizar cambios importantes en la línea ejecutiva y en el consejo, rejuvenecido respecto a la etapa de su padre.
En los grandes almacenes, Gimeno se encontró con una vieja guardia reacia a perder poder y unas nuevas accionistas (las hijas de Álvarez) que quieren más preponderancia. Así se puede explicar la pugna que ha habido por controlar la Fundación Ramón Areces, principal accionista de la empresa, que finalmente se resolvió con el nombramiento de Florencio Lasaga (81 años) como presidente, rompiéndose la tradición de que la presidencia de la empresa y de la fundación recayera en la misma persona.
A las mismas directrices parecen responder otros movimientos. En OHL, Juan Miguel Villar Mir (83 años) fichó al exministro del PP Josep Piqué (60) para llevar la línea ejecutiva sin que implique que su hijo no sea presidente. En la constructora ACS, Florentino Pérez (68, también presidente del Real Madrid) ha corroborado que Marcelino Fernández Verdes (60) será su sucesor tras asumir el cargo de consejo delegado. Y en Abertis, el año pasado Salvador Alemany (70) cedió funciones a Francisco Reynés (52). Más reciente, Josu Jon Imaz (51) ascendió a número dos de Repsol, con las funciones que le deja Antonio Brufau (67), reelegido para los próximos cuatro años por la junta, en la que invistió a Imaz como “presidente para 15 años”.
Casos similares han ocurrido en algunas otras entidades como el BBVA, La Caixa y Popular. Primero fue el Popular quien nombró a Francisco Gómez Martín (51) en 2013 como consejero delegado de Ángel Ron, que solo tiene dos años más. En La Caixa, el movimiento fue más bronco con la sustitución el pasado año de Juan María Nin (62) de la vicepresidencia, en la Isidro Fainé (72) nombró a Gonzalo Gortázar (49).
En el BBVA, Francisco González (71) protagonizó un cambio sonado con la destitución de Ángel Cano (54) y su equipo por Carlos Torres (48) como director de operaciones (chief operating officer, COO) para adaptarse a la revolución tecnológica. González dejó claro que la labor ejecutiva queda en su poder. Varios expertos se preguntan las razones para no haber mantenido a Cano ligado a la entidad y aprovechar su experiencia. Lo mismo ocurrió con José Ignacio Goirigolzarri (61), que después de salir del banco en 2009 ha acabado reflotando Bankia con parte del equipo que se fue con él del BBVA y lo mismo puede decirse en otros grupos.

Cambio de estatutos

Precisamente, González cambió los estatutos del banco para alargar la edad de jubilación, algo que también había hecho Emilio Botín en el Santander (en este caso la suprimió). Circunstancia que pasa prácticamente en todas las empresas familiares y que, en la mayor parte de las ocasiones, responde a los deseos de perpetuidad. En muchos casos, se debe a que tampoco han encontrado a la persona idónea para la sucesión.
Del resto de grandes, como en Telefónica, donde manda César Alierta (70) desde 2000, e Iberdrola, en la que Ignacio Sánchez Galán (64) lleva las riendas desde 2006, no se han detectado movimientos. En Gas Natural, Salvador Gabarró (79) forma tándem con Rafael Villaseca (63). Y en otros no se esperan movimientos, como las constructoras Acciona y Ferrovial, donde José Manuel Entrecanales (52) es presidente desde 2004 y Rafael del Pino Calvo-Sotelo (56) desde 2000. Lo mismo ocurre en otros grupos de origen familiar como Mercadona, el imperio creado por Juan Roig (66 años), que cuenta con cuatro hijas. Igual que Juan José Hidalgo (73), con tres hijos, que quiere culminar el proyecto de salir a Bolsa. EL PAIS