Burundi celebra elecciones presidenciales el próximo martes en medio de una escalada de la violencia, el rechazo internacional y el boicot de la oposición ante la candidatura del presidente, Pierre Nkurunziza, para optar a un tercer mandato pese a que la Constitución solo permite dos.
La grave crisis desatada en el país no ha hecho recapacitar a Nkurunziza, que mantiene su intención de presentarse a los comicios pese a las advertencias de que los resultados no serán reconocidos por la comunidad internacional.
La presión internacional solo ha conseguido que el Gobierno retrase en dos ocasiones esta cita electoral, aunque la última de ellas tan solo fue aplazada seis días, por lo que la situación del país poco ha cambiado desde entonces.
Tras la clara victoria del gobernante Consejo Nacional para la Defensa de la Democracia (CNDD-FDD) en las elecciones legislativas del 29 de junio, en las que obtuvo 77 de los 100 escaños, todo apunta a que Nkuruziza también se impondrá en las presidenciales.
Muy por detrás del CNDD-FDD se situó la coalición independiente Amizero y’Abarundi (Los Independientes-Esperanza de los Burundeses, en kirundi) con 21 escaños.
Desde que en abril el CNDD-FDD anunció que Nkurunziza sería de nuevo su candidato en un claro desafío a la Constitución, una violenta ola de protestas ha dejado más de 70 muertos y más de 160.000 desplazados, según los últimos datos de la ONU.
El presidente también se ha tenido que enfrentar a una intentona golpista protagonizada por el Ejército el pasado 13 de mayo, así como a críticas en su propio partido que terminaron con la dimisión del segundo vicepresidente, Gervais Rufyikiri, que consideró “inconstitucional” la candidatura de Nkurunziza.
Sin embargo, el mandatario cuenta con el respaldo del Tribunal Constitucional, que autorizó su candidatura al considerar que fue designado para su primer mandato por el Parlamento y no de forma directa, por lo que todavía podría presentarse una vez más a las elecciones.
En medio de esta crisis política, se ha intentado, sin éxito, entablar un diálogo entre el Gobierno y la oposición para consensuar un calendario electoral bajo la mediación de la ONU y la Unión Africana, entre otras instituciones.
Las tensiones durante las negociaciones han sido constantes, y prueba de ello es que el Gobierno burundés rechazó al enviado especial de la ONU, el senegalés Abdulaye Bathily, quien se convirtió así en el segundo mediador en abandonar esta misión tras Said Djinnit.
Aunque se insiste al Gobierno en que las elecciones del próximo martes -previstas inicialmente para el 26 de junio- no pueden celebrarse en un ambiente de credibilidad y democracia, el Gobierno hace oídos sordos y se mantiene firme en su decisión.
Según algunos analistas, Nkurunziza espera que en el último momento la oposición se conforme con un segundo puesto, lo que le permitiría legitimar su tercer mandato de cara a la comunidad internacional.
No obstante, la oposición reitera su compromiso de boicotear en bloque esta cita electoral.
La tensión, lejos de disminuir, aumenta y los expertos alertan de una muy probable escalada de la violencia que puede llevar a una nueva guerra civil tras la celebración de los comicios.
Nkurunziza ha sido presidente desde el fin de la guerra civil (1993-2005) y ha ganado dos elecciones consecutivas en este pequeño país africano que todavía se recupera de dos recientes genocidios.
Fuente: EFE