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sábado, 15 de noviembre de 2014

Empaques de detergentes, un riesgo para los niños

Empaques de detergentes, un riesgo para los niñosHace poco más de dos años el Centro de Control y Prevención para las enfermedades de Estados Unidos hizo una advertencia a la que no muchos prestaron atención: “Los paquetes en los que vienen los detergentes pueden representar un problema de salud pública emergente”. ¿La razón? Los niños pueden asociar sus colores brillantes a los tonos usados en las bolsas de caramelos o juguetes. Además, son muy fáciles de abrir.
La advertencia quedó en el aire hasta que hace unos días la revista especializada Pediatrics publicó una investigación que explicaba la magnitud del problema. Según el estudio “Exposición pediátrica al detergente de lavanderías”, que analizó el Sistema de Datos Nacional de Envenenamientos de EE.UU., entre 2012 y finales de 2013 más de 17.000 niños menores de seis años comieron o inhalaron polvo o líquido de estos empaques. La consecuencia fue la intoxicación.
“La cifra, sin embargo, puede ser apenas una subestimación de este inconveniente. Cada hora un niño puede estar expuesto a uno de estos productos”, dijo al New York Times el doctor Marcel J. Casavant, autor del estudio y director médico del centro de envenenamiento del Nationwide Children’s Hospital in Columbus, de Ohio.
De acuerdo a la investigación, los que más peligro corren son los niños entre 1 y 2 años. Luego de que ingieren el detergente, presentan vómitos y sufren una especie de letargo que está acompañado de irritación en los ojos, tos y ahogamiento. De hecho, por dar sólo un ejemplo, alrededor de 6.000 menores tuvieron que ser llevados a urgencias por esta razón. En algunos casos, según reportan los médicos, el grado de toxicidad fue tan alto que causó la muerte.
Aunque el tema aún no está regulado, las sugerencias de los especialistas apuntan a que las autoridades sanitarias obliguen a los fabricantes a cambiar los colores de los paquetes plásticos y a que se establezca un estándar de seguridad que impida que los niños puedan acceder a ellos. Pero mientras eso sucede, lo más conveniente es que los padres procuren mantenerlos alejados de ese tipo de sustancias
EL ESPECTADOR