“Unos pagaremos lo que hacen otros”
La Goutte d'Or es uno de los barrios parisienses con mayor población musulmana. Se sitúa al pie de la colina de Montmartre, allá donde se producía el vino de gotas doradas que dio nombre a este arrabal y Zola ambientó alguna de sus novelas. En este día colmado de malas noticias y de lluvia pegajosa, Mustafá ha acudido, como cada tarde, a la oración de las tres. Los acontecimientos de la víspera siguen aturdiendo a este joven de origen magrebí. "No nos gusta nada lo que pasó. Nuestra religión no dice eso", explica antes de desaparecer en los pasillos del Instituto de Culturas del Islam, centro creado por el Ayuntamiento de París que propone cursos de árabe, bereber y turco, además de acoger un espacio de exposiciones, una casa de baños, un salón de té y una sala de plegarias. Alude a un verso de la quinta sura del Corán: "Quien mata a una persona, sin que haya cometido un crimen o sembrado la corrupción en la Tierra, es como si hubiera matado a toda la humanidad".
A la vuelta de la esquina aparece Hasán. Lleva cuatro décadas en Francia, tres de ellas regentando una carnicería halal, según el rito islámico, en este barrio multicultural. "Es una matanza sin motivo. En este país uno puede expresarse libremente. Puede que no me guste tu opinión, pero te lo digo con palabras y no con sangre", expresa el carnicero, que jura que el barrio sigue "hundido" por lo que sucedió el miércoles. "El problema es que unos lo hacen, pero lo pagaremos los demás".
Su inquietud parece ampliamente compartida. Las asociaciones de musulmanes franceses temen que el clima de islamofobia ambiente —el 73 % de los franceses tienen una "mala imagen" de esa religión, según un sondeo de 2013— se vea pronunciado tras los asesinatos del 7 de enero. ¿Terminarán siendo sus víctimas colaterales?
"Ya lo estamos siendo", responde Houria Bouteldja, portavoz de Indígenas de la República, colectivo antirracista que incita a Francia a asumir su herencia colonial, en referencia a los tres ataques contra mezquitas registrados ayer. "La islamofobia ya existía en Francia a nivel cotidiano e institucional. Este atentado no hace más que darle alas y pretextos para exhibirse de manera todavía más desacomplejada". Bouteldja, francoargelina de 40 años, se adentró en la militancia tras el 11-S, respecto al que observa hoy numerosas similitudes. "Igual que entonces, volvemos a ser todos culpables. Que se nos exija desvincularnos de este atentado es un insulto a la comunidad musulmana. Para desolidarizarnos, tendríamos que haber sido solidarios en algún momento", denuncia la portavoz, que alerta contra "quienes instrumentalizan la tragedia para beneficiar la agenda política de la ultraderecha".
Esta vez, no obstante, son partidarios de llamar a la unidad y al comedimiento. "Las víctimas colaterales del atentado no somos los musulmanes, sino Francia entera. Hay que evitar las amalgamas y la división. Ese será el principal reto para los políticos y los medios", opina.Elsa Ray tiene 28 años y se convirtió al islam siendo ya adulta. En su relación con sus conciudadanos, observó un antes y un después. "Ya era sensible a la cuestión, pero cuando me puse el velo vi cómo cambiaba la mirada de los demás", explica Ray, que ocupa el cargo de portavoz del Colectivo contra la Islamofobia, asociación antirracista conocida por la contundencia de sus acciones y comunicados.
En la otra orilla del Sena, las instituciones que representan a los musulmanes franceses se expresan en el mismo sentido. El moderado Dalil Boubakeur, rector de la Gran Mezquita de París, ha calificado el atentado como "un acto de barbarie". "Es una declaración de guerra estruendosa. Los tiempos han cambiado. Entramos en un nuevo periodo de esta confrontación", asegura Boubakeur, que también preside el Consejo Francés del Culto Musulmán, creado en 2003 como interlocutor de la población islámica ante las autoridades y encargado de coordinar la construcción de mezquitas y la formación de los imames franceses. "Más que nunca, los valores de la República, es decir la libertad —incluida la de expresión—, la igualdad y la fraternidad, deben ser nuestro bien común", le secundó la Reunión de Musulmanes de Francia, cuyo presidente, Anouar Kbibech, tomará en junio el relevo al frente de ese Consejo.
Para todos ellos, se trataría de impedir caer en "la trampa política tendida por los terroristas", como afirma Robert Badinter, ministro de Justicia en tiempos de François Mitterrand, que proscribió en 1981esa misma pena de muerte que ahora pretenden desenterrar algunos radicales.
"Esperan que la ira y la indignación se traduzcan en la expresión de rechazo y hostilidad respecto a todos los musulmanes de Francia", ha expresado. Por su parte, el escritor marroquí Tahar Ben Jelloun aportaba ayer su análisis en las columnas de una edición especial deLe Monde, titulada El 11 de septiembre francés. "No es una deriva de unos cuantos gamberros, sino la voluntad radical y feroz de impedir que los musulmanes puedan practicar su religión en tierra laica (...) para convertirlos en enemigos de Francia", sentenció el escritor marroquí. EL PAIS