Las personas mayores duermen menos horas que cuando eran jóvenes ya que requieren menos tiempo para conseguir el descanso necesario. El problema es que cuando dormir menos es consecuencia de un trastorno (como el insomnio o fragmentación) también se reduce la calidad del sueño. En consecuencia, el sujeto sufre fatiga y falta de concetración. Por si fuera poco, un estudio de la Universidad de Toronto (Canadá) encontró que la fragmentación del sueño se asocia a una aterosclerosis cerebral más grave y a una mayor falta de oxígeno en los tejidos cerebrales.
"Las formas de lesión cerebral que hemos observado en nuestro estudio como la aterosclerosis cerebral y los infartos en los tejidos cerebrales por falta de oxígeno, son importantes no solo porque incrementen el riesgo de sufrir un ictus, sino también porque se asocian con un mayor deterioro cognitivo y motor de carácter crónico y progresivo", explica Andrew Lim, autor principal de este estudio publicado en la revista Stroke.
El objetivo del estudio era evaluar la posible relación entre el sueño fragmentado, el daño en los vasos sanguíneos y los infartos cerebrales. Para ello, los investigadores analizaron las autopsias cerebrales de 315 personas con una edad promedio de 90 años que habían sido seguidas durante una semana para determinar su calidad de sueño y ritmos circadianos. Cabe señalar que un 29% de los participantes había sufrido un accidente cerebrovascular, mientras que un 61% mostraba signos de daño moderado-severo en los vasos sanguíneos cerebrales.
Los resultados mostraron que la fragmentación del sueño se asociaba con un riesgo hasta un 27% mayor de desarrollo de aterosclerosis severa en los vasos sanguíneos cerebrales. Además, las personas que experimentaron dos despertares adicionales (fragmentación del sueño) durante cada hora de sueño presentaron un incremento del 30% de la probabilidad de mostrar signos visibles de falta de oxígeno en sus tejidos cerebrales.
Asimismo, los investigadores concluyeron que el daño sobre la circulación en el cerebro no estuvo influenciado por ningún otro factor de riesgo cardiovascular y tampoco por el índice de masa corporal (IMC), el tabaquismo, la diabetes, la presencia de dolor, la depresión o el Alzheimer.
A la luz de las evidencias, los investigadores concluyen que "la monitorización del sueño podría representar una nueva vía para identificar a las personas mayores en riesgo de sufrir un ictus". Sin embargo, reconocen que deben llevarse a cabo más estudios para aclarar si el daño en los vasos sanguíneos cerebrales es una causa, o por el contrario una consecuencia, de la fragmentación del sueño".
"Hay varias formas de explicar nuestros resultados: el sueño fragmentado puede empeorar la circulación sanguínea al cerebro, o la mala circulación sanguínea en el cerebro puede causar una fragmentación del sueño. Pero también es posible que ambos, mala circulación y sueño fragmentado, sean ocasionados por otro factor de riesgo subyacente", concluye Andrew Lim.
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