(EFE).- Rusia entra en un año crucial para su sistema político en
medio del creciente descontento por la falta de transparencia y los
intentos del Kremlin de contenerlo con un proyecto de reforma de última hora,
que poco o nada satisface a la oposición.
La consigna “Por unas elecciones limpias”, que enarbolaron todos los sectores
del espectro opositor tras los comicios parlamentarios del pasado mes de
diciembre, consiguió sacar a las calles a decenas de miles de personas y cambió
de la noche a la mañana el aparentemente apacible panorama político ruso.
Las denuncias de fraude electoral desataron manifestaciones de descontento
popular sin parangón en Rusia desde comienzos de los pasados años
90.
El impacto político del cuestionamiento de la legitimidad de las legislativas
se ve multiplicado por la proximidad de las elecciones presidenciales, que se
celebrarán el 4 de marzo próximo.
Aunque el gran favorito para ganar esos comicios es el actual primer
ministro, Vladímir Putin, quien ya ejerció la jefatura del Estado entre 2000 y
2008, las recientes denuncias de fraude con casi toda seguridad serán
extrapoladas a ese proceso electoral.
Después de que el 24 de diciembre la oposición reuniera en Moscú a cerca de
100.000 personas, el presidente saliente, Dmitri Medvédev, presentó con carácter
de urgencia un proyecto de reforma del sistema electoral y de liberalización de
los requisitos para la inscripción legal de los partidos políticos.
Sin embargo, de ser aprobadas, todas estas modificaciones serán
efectivas sólo para el próximo ciclo electoral.
Tanto Medvédev como Putin han rechazado de plano las demandas opositoras de
repetir las parlamentarias de diciembre y han insistido en que sólo los
tribunales pueden decidir en cada caso puntual si hubo o no infracciones a la
ley electoral.
Sin embargo, todo indica que la magnitud de las protestas suscita inquietud
en el Kremlin: Putin ordenó incluso la instalación de cámaras web en cada uno de
los cerca de 100.000 colegios electorales del país en un intento de salir al
paso de las denuncias.
“¿Tenemos urnas transparentes? Vamos a instalarlas. Que todo sea
transparente. Yo como candidato no necesito ningún amaño”, declaró el
primer ministro.
El presidente de la Comisión Electoral Central de Rusia, Vladímir Chúrov,
señalado por los opositores como el principal responsable del fraude que
denuncian, ha dejado claro que no piensa renunciar, por lo que a él le
corresponderá anunciar los resultados de las elecciones presidenciales de
marzo.
Putin, quien desde que fuera catapultado a la cima del poder -hace doce años-
en el ámbito interno prácticamente no ha tenido adversarios políticos con
quienes lidiar, ha declarado que está dispuesto a dialogar con la
oposición.
“No hemos estado nunca en contra del diálogo con la oposición, siempre hemos
estado a favor. ¿Con quién hay que hablar? Deben crear una plataforma común para
que se entienda qué es lo que quieren”, señaló.
En todo caso, la liberalización del sistema político propuesta por Medvédev
supondría el comienzo del desmontaje de la vertical de poder centralizado que
erigió Putin durante los ocho años que estuvo en el Kremlin y que él mismo se
encargó de vigilar durante los últimos cuatro años desde la jefatura del
Gobierno.
De ahí que la oposición opte por la máxima de “ver para
creer” en cuanto a las posibilidades de apertura.
“Los rusos ya están hartos de que les engañen y que les roben. Muchos están
dispuestos a salir a las calles para influir en la situación política”, aseguró
a Efe Serguéi Mitrojin, líder del partido liberal Yábloko.
Pero la posición de Putin sigue siendo bastante sólida y su apoyo real, que
algunos cifran en el 35 o más por ciento, es más que suficiente para
garantizarle la victoria en la segunda vuelta de las elecciones
presidenciales.
“El problema radica en que los regímenes autoritarios no funcionan con
categorías del 35 o el 27 por ciento. (…) No se puede ser Padre de la Nación con
el 27 por ciento. Putin mismo se metió en este lío y ahora paga la factura”,
apuntó en el diario digital “Ezhednevni Zhurnal” la columnista Yulia
Latínina