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sábado, 13 de julio de 2013

“No puedo pedirle a la gente que salga a la calle a ser asesinada”

La oposición venezolana de Henrique Capriles también se ha visto afectada por un hecho inesperado. La venta del canal Globovisión, considerada como una trinchera del antichavismo, derivó en un giro brusco de su política editorial que dejó a los opositores al régimen sin altavoz. “En 2012 tomé la decisión de hacer todo lo que estuviera en nuestro poder para lograr que la oposición ganara las elecciones de octubre. Era la oportunidad, como venezolanos, para recuperar nuestro país. En Globovisión lo hicimos extraordinariamente bien y casi lo logramos, pero la oposición perdió”, afirmó el antiguo dueño del canal, Guillermo Zuloaga, en su misiva de despedida a los trabajadores.
Los nuevos propietarios, sospechosos de vínculos con el Gobierno, decidieron cortar con el compromiso de transmitir en directo las informaciones emanadas por voceros de la oposición. “Hay mucha autocensura. Ernesto Villegas [ministro de Comunicación e Información]ha dado órdenes de que no se transmitan mis actos. Está encima de esto”, dijo Capriles en una conversación con este diario.
Al mismo tiempo, el presidente Nicolás Maduro viajaba por el mundo en busca de apoyo internacional para su endeble mandato y copaba los espacios en la televisión, tal y como lo hizo su predecesor. Un trabajo de la ONG Monitoreo Ciudadano determinó que entre el 3 de junio y el 3 julio Maduro apareció en las pantallas de Venezolana de Televisión, el canal del Estado, durante 48 horas y cuatro minutos, a un promedio de dos horas diarias. Desde el 14 de abril y el 3 de julio el Gobierno ha obligado a los demás medios a retransmitir su señal 65 horas y 26 minutos, 32 minutos diarios.
En esas circuntancias, el excandidato presidencial decidió transmitir a través de su página web (www.capriles.tv) un programa semanal de televisión para hacer frente a lo que considera un cerco a su liderazgo y superar lo que sin remilgos define como la autocensura de las cadenas privadas de Venezuela. Capriles visualiza a ese espacio, que ha llamadoVenezuela somos todos, como el momento para opinar sobre temas de política nacional y mantener a su base unida y movilizada.
El pasado martes este diario fue invitado a presenciar el programa. Lo primero que sorprende son los equipos con los que cuenta para poder hacer una transmisión. La terraza del piso 1 de su antigua sede de campaña es un set de televisión. Hay cuatro cámaras, una consola que mezcla las imágenes tomadas por cada una de ellas y una antena parabólica. El programa es transmitido en directo y por satélite.
Capriles, que viste una camisa azul celeste y un pantalón verde de drill, llegó al set estrechando manos y saludando con energía. Cuatro periodistas le esperaban sentados a una mesa. Eran los invitados del programa. Después de saludar a la audiencia, de criticar a Maduro por desear que Edward Snowden, el exanalista que reveló el espionaje electrónico de EE UU, aterrice en Venezuela; después incluso de ironizar sobre la costumbre de un miembro del Partido Socialista Unido de Venezuela de cuidar del brillo de sus uñas antes que los indicadores de su gestión, Capriles criticó, a lo largo de la hora y media que duró el programa, a quienes cuestionan a través de las redes sociales la forma en la que ha conducido la crisis política.
“Hay mucha gente que se dice de oposición que se pasa el 70% de su tiempo atacándonos. El esfuerzo debe ser más propositivo”, dijo. “Los que quieren tomar la calle no son capaces de dejar de ir a la playa el fin de semana para organizarse. No tiene que venir un líder a decirle qué tienen que hacer. Organícense. ¿Qué hacen ellos para fortalecer la alternativa democrática? Nada. Yo sigo proponiendo, pero esto es una lucha de todos. Hay que salir del Twitter y recorrer el país”.
Al finalizar el programa Capriles defendió su estrategia a este diario: “Creo que tengo la responsabilidad, a sabiendas de que Venezuela es un país desinstitucionalizado, de no dejarme llevar por las emociones, sino a apelar a la razón. La emotividad es propia de un proceso electoral y no un acto racional. Hay personas que establecen una comparación con lo que se produjo en Brasil. O lo que pasó en Siria. Yo no puedo pedirle a la gente que salga a la calle, que sea asesinada y luego pasar la página. Esa no es mi visión".
¿Está en sus horas más bajas?
"Yo trato de buscar el lado positivo de las cosas. Creo que hemos logrado desenmascarar al gobierno. Había que desenmascarar el desigual proceso electoral para darle más valor a la lucha. Creo en la construcción de una fuerza popular lo suficientemente amplia para imponer democráticamente los cambios. Puedo equivocarme. Yo me la estoy jugando", responde.
EL PAIS