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domingo, 20 de septiembre de 2015

Grecia elige al Gobierno encargado de ejecutar el tercer rescate

Opacadas por una campaña átona y decepcionante, el anticlímax de las elecciones de hoy en Grecia —tras el ajuste de cuentas emocional con seis años de crisis de las dos citas anteriores— supondrá el aterrizaje definitivo en una realidad económica complicada por los sobresaltos financieros (amenaza de insolvencia, corralito) y la inestabilidad política, con Syriza partida en dos en solo siete meses de mandato. El margen de maniobra del vencedor para aplicar el tercer rescate va a ser escaso, y los matices de su gestión se medirán con la dureza de las reformas, ante las que el Gobierno de Atenas tendrá las manos muy atadas. Sólo en los dos primeros meses, el nuevo Ejecutivo deberá aprobar una lista de 60 acciones prioritarias para recibir el primer tramo del rescate.
Con un resultado electoral que más parece un margen de error estadístico —las encuestas cifran en 0,5%-2,5% la distancia entre Tsipras y el conservador Vanguelis Meimarakis, segundo en intención de voto—, el futuro primer ministro deberá aplicarse a la tarea cuanto antes porque está próxima la primera revisión del rescate (en octubre, con posible retraso si se demora la formación de Gobierno) e, hipotéticamente, el levantamiento en enero de los controles de capital, según estimaciones de la Comisión Europea.
Más allá de las componendas poselectorales —quién pacta con quién, a qué precio y con qué visos de estabilidad, dado que ningún partido logrará mayoría absoluta—, la tarea más urgente es la económica, tras un comienzo del año esperanzador (el PIB creció el 0.9% en el segundo trimestre), ya que para finales de 2015 se prevé una recesión del 1,5%, como mínimo, por las turbulencias del corralito y la consolidación fiscal adicional. Para 2016 se espera también un notable repunte del paro, actualmente en el 24,6%, su nivel más bajo desde 2012. La deuda ronda el 180% del PIB.
El tercer rescate pactado con el Cuarteto (86.000 millones a tres años) es, a la postre, el verdadero protagonista de la cita electoral, y ante él los candidatos sólo han podido manifestar su intención de mejorar o suavizar algunas de sus condiciones (una posibilidad que rechazan tajantemente en Bruselas). Pero la espantá del Gobierno de Syriza —primero antiausteridad, luego doblegada por la amenaza del Grexit— no es inédita en el panorama político de los últimos años; tampoco la sucesión de citas con las urnas, de las que se comenta con humor que, si las elecciones fueran una empresa, Grecia nadaría en superávits: tres convocatorias este año (dos generales y el referéndum de julio); cinco elecciones anticipadas en total desde 2009. Ycasi  siempre, en mayor o medida, por contagio de un rescate y al borde del Grexit.
Desde octubre de 2009, cuando el socialista Yorgos Papandreu ganó unos comicios anticipados con el 44% de los votos, y con el lema “hay dinero” (una negación suicida de la evidencia de la crisis, pues el primer rescate llegó sólo seis meses después, y a petición suya), los sucesivos gobiernos griegos han tropezado siempre en la misma piedra. Y en el mismo sentido: rechazándolos de entrada, asumiéndolos con la cabeza gacha y un posterior desgaste político.

Programas de ayuda

Papandreu negó en campaña la evidencia de la crisis, hasta que tuvo que aprobar los primeros recortes, en febrero de 2010, y encajar en mayo el primer programa de ayuda (110.000 millones); el conservador Andonis Samarás se opuso fieramente a la austeridad que implicaba un nuevo memorándum durante 2011 (cuando estaba en la oposición) y comulgó con el segundo (130.000 millones) en 2012 —ya en el poder—, tras ser reconvenido por la canciller Angela Merkel en persona. Tsipras ha recorrido ese trecho más deprisa, pero en el mismo sentido que sus antecesores: de entrada no a la austeridad —el lema de su campaña en enero—, hasta pedir el tercero en julio, con unas condiciones más duras incluso que los anteriores.
Igualmente, el panorama de inestabilidad política que suponen tantas convocatorias seguidas no preocupa mucho en Bruselas: saben que Tsipras, el candidato favorito de los acreedores, ha sido “domesticado” (sí supone una incógnita, en cambio, la campechanía impredecible del conservador Meimarakis). Además, durante los próximos meses —en los que muchos no descartan una nueva convocatoria electoral—, el verdadero factótum en Grecia no va a ser el primer ministro, quienquiera que sea, sino un economista holandés, alto funcionario europeo, llamado Maarten Verwey, desde mediados de septiembre jefe de la task force europea en Atenas, un grupo de inspectores de 20 personas. Con poderes sin precedentes, Verwey ha puesto tarea incluso al Gobierno interino; entre otras, exigencias de control de la evasión fiscal, una política energética, el nombramiento de un viceministro de Administración Pública con un mandato de cinco años, fomento del turismo y aceleración de las inversiones, según el diario económico Agorá.