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lunes, 27 de febrero de 2012

Las 'boinas' no son buenas para la salud


Científicos y médicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Universidad París Descartes y la Fundación Alborada han aportado en estos días declaraciones e informes que confirman la perniciosa influencia que ejerce la contaminación sobre la salud de las personas. Uno de ellos, el de la European Centre for Environment and Health (ECEH), la oficina europea de la OMS, añade un dato más: las personas con mayores índices de pobreza en Europa están expuestas hasta cinco veces más a todo tipo de riesgos ambientales, contaminación incluida.
El informe Environmental health inequalities in Europe, elaborado por el ECEH, confirma que uno de cada cinco europeos muere por enfermedades asociadas al ambiente que le rodea. En este caso, no todas las muertes tienen que ver con la contaminación, ya que se analizan también aspectos como la humedad o la falta de higiene en las viviendas. Por ejemplo, se cita que hay siete millones de pobres que no disponen de baño o ducha en sus casas. Sí se dice que cada europeo reduce su esperanza de vida en unos 8,6 meses por respirar aire contaminado por encima de los niveles máximos recomendados por la OMS. Esta misma organización estima que más de 300.000 europeos mueren al año por este motivo, de los que 16.000 son españoles.
No se puede demostrar aún que haya una relación directa causa-efecto entre contaminación atmosférica y mortalidad, excepto en casos puntuales de vertidos y fugas radiactivas, de sustancias químicas o hidrocarburos, pero los estudios confirman cada vez de forma más definida que el coctel tóxico formado por partículas en suspensión, monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno, dióxido de azufre y ozono agravan y aceleran enfermedades cardiovasculares y respiratorias. La última aportación en este campo es de un equipo liderado por investigadores de la Universidad Paris Descartes de Francia, y se ha publicado en el Journal of American Medical Association. Una recopilación de 34 estudios les permitió llegar a la conclusión de que la exposición a dichos contaminantes atmosféricos, excepto el ozono, aumenta del riesgo de padecer a corto plazo un ataque al corazón. Los investigadores reconocen que dicha asociación puede ser relativamente pequeña en comparación con otros factores de riesgo (tabaco, hipertensión y diabetes), pero sí es significativa.
Tras la aparición de la boina de contaminación sobre Sevilla en días pasados (Madrid, sobre todo, y Barcelona padecen más a menudo este fenómeno), Xavier Querol, experto en contaminación atmosférica y profesor de Investigación en varios centros del CSIC, declaraba a Europa Press que estos episodios de máxima polución "pueden agravar las enfermedades respiratorias, cardiovasculares y cerebrovasculares". Julio Díaz y Cristina Linares son dos investigadores del Instituto de Salud Carlos III de Madrid con una amplia literatura científica en este terreno, en especial referida a los efectos de las partículas más pequeñas (PM 2,5). A partir de sus estudios, destacan que ahora se puede relacionar con mayor conocimiento que, dentro de las enfermedades cardiovasculares, son los infartos agudos de miocardio los que más se asocian a una excesiva contaminación.
La Fundación Alborada, formada por médicos expertos en tratamientos de enfermedades ambientales, ha incidido estos días en la repercusión de la contaminación en los más pequeños. Recordó un famoso estudio de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica, en el que se afirma que el 30% de las enfermedades infantiles están asociadas a factores ambientales, aunque aquí también, aparte de la polución, se incluye el tabaco o la falta de saneamiento. En la fundación añaden que "una de las razones que pueden explicar la epidemia de autismo, hiperactividad y otras dolencias infantiles es la exposición a sustancias tóxicas desde el embarazo, en los primeros meses de vida e, incluso, durante el parto".
Ante los datos, cada vez más evidentes, del riesgo que sufre el organismo, la Fundación Alborada propone "aplicar controles mucho más estrictos y evitar la liberación de sustancias químicas". En los trabajos de Díaz y Linares se incide en la necesidad de adaptar los límites de emisión de partículas en suspensión más finas (PM 2,5), una compleja mezcla de sustancias orgánicas e inorgánicas (sulfatos, nitratos, amoniaco, cloruro sódico, carbón, polvo de minerales y agua) derivadas principalmente de la quema de combustibles fósiles en los vehículos, a lo establecido por la OMS. Aunque este organismo recomienda no pasar de 10 microgramos por metro cúbico de media anual, la UE lo mantiene en 20 microgramos, lo que aumenta el riesgo para salud.
Aparte de esta adaptación de los límites permisibles de algunas sustancias contaminantes, hay otro tipo de medidas que se pueden llevar a cabo para limitar los efectos de la polución. Tanto Julio Díaz, como Cristina Linares y Xavier Querol participaron el pasado año en otro estudio (Contaminación atmosférica y salud), promovido por el Observatorio DKV de Salud y Medio Ambiente y Ecodes (Ecología y Desarrollo). En él, partiendo de que la responsabilidad principal de la contaminación recae en el tráfico, proponen más recomendaciones: "Restricciones al tráfico, delimitación de amplias zonas peatonales, mejora del transporte público, impulso a los vehículos ecológicos y carriles bus y de alta ocupación, así como restricciones de la velocidad y renovación del parque de vehículos".

ABC