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miércoles, 4 de septiembre de 2013

Trabajadores paraguayos llevan casi un mes crucificados como protesta laboral

Un senador del Partido Colorado lo anunció, y fue noticia global. Sin embargo horas después se desdijo, y volvió a anunciar que no se crucificaría como forma de protesta. Pero esta costumbre arraigada en Paraguay, de clavarse a una cruz de madera como forma de llamar la atención patronal o gubernamental, se materializó en cuatro chóferes de una empresa de transporte. A esos cuatro, se le sumaron después otros cuatro. 

Clavados a un tablón, sobre cruces de madera, postrados en el suelo. Así están los trabajadores desde hace ya 27 días. Los clavos los sujetan a las maderas, y la aplicación de mercurocromo evita que las infecciones hagan de las suyas. 

La medida extrema es acompañada a distancia por otros cuatro chóferes en huelga de hambre, y otros 40 trabajadores que mantienen una huelga general mientras reclaman lo que entienden son sus derechos. 

La protesta comenzó cuando la Línea 30 del transporte metropolitano, con sede en la ciudad de Luque, expulsó a ocho choferes sin motivo aparente. 

Los hombres y mujeres que emulan esta antiquísima forma de castigo no están dispuestos a conceder absolutamente nada, y levantarán la medida cuando los chóferes sean repuestos a sus sitios de trabajo. 

Entre fracasos de negociación, la salud de los trabajadores se ha visto notoriamente deteriorada. El vocero del sindicato, Juan Villalba, señaló que el gerente de la Línea 30, Aufredi Paredes, propuso levantar la medida a cambio de la reincorporación de cinco chóferes y la liquidación de los otros tres. 

Tanto con esta solución como con la cesión de ómnibus –otra propuesta presentada desde la patronal- no hubo acuerdo. "Nos mantenemos en el pedido de la reincorporación de todos y el cumplimiento con el Código Laboral, el pago de IPS. Esto es una persecución sindical", manifestó Villalba a los medios asunceños. 

En tanto desde la gerencia se aduce que los obreros "están extorsionando" con este tipo de medidas extremas dispuestas bajo una lona, en las afueras de la capital Asunción. 

La empresa Vanguardia S.A. tiene como propietario a un hombre de 80 años de edad, Justo Martínez, quien indicó que no quiere trabajar más con los hombres despedidos, por lo que una solución aparece todavía como muy lejana. 

Uno de los hombres clavados a la madera es el director general de la Federación Paraguaya de Trabajadores de Transporte Terrestre (Fepatrat), Juan Villalba. Desde su posición horizontal reclama, mientras desde la empresa se niega tal crucifixión. "En realidad tienen piercing en las manos", aluden los empresarios.

EL MUNDO