La consigna "soy venezolano" usada por líderes opositores marcó una línea comunicacional directa, con la cual se pretendía dividir claramente a la población venezolana en dos: los venezolanos (gente "de bien") y los chavistas (inserte aquí Ud. toda clase de calificativos peyorativos que suelen usar para identificarnos).
Hago esta referencia al pasado, para abordar con más conciencia cronológica las muy recientes declaraciones de la Sra. Diana d'Agostino, esposa del diputado opositor Henry Ramos. En la entrevista, quién se identifica a sí misma como "Primera dama" de la Asamblea Nacional, nótese de nuevo la importancia de los calificativos empleados, ella no es combatiente, ella es la "primera" de las damas; afirma que las mujeres del gobierno son "sucias, desarregladas y sin maquillaje (pero) las venezolanas no somos así".
En estas líneas no pretendo entrar a responder si las chavistas son o no hermosas, sería caer en la misma tónica de división que la derecha nos plantea. Incluso, tampoco me interesa participar de manera alguna en esa especie de concurso de belleza constante al que nos quieren exponer, puesto que la tarea sería mucho más ardua e intensa: Definir el concepto de belleza femenina desde sus patrones.
Al respecto, hace par de semanas Rigoberta Menchú (premio nobel de la Paz), hizo pública en redes sociales su indignación tras un "meme" con su rosto con y sin maquillaje (por demás caricaturesco y denigrante), usado en Facebook por una actriz mexicana.
Mi voz de queja como mujer venezolana se eleva contra la división, contra las etiquetas que discriminan a unas y otras, los problemas de Venezuela los padecemos todas, la solución de los mismos también está en las manos de todas, esas que producen y trabajan.
¡Mujeres venezolanas, valientes y trabajadoras es lo que somos!
Y si de belleza se trata yo opto por el modelo de la Sra. Menchú, el odio y la discriminación no se tapan ni con el mejor de los maquillajes. VTV