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domingo, 20 de enero de 2013

Novak Djokovic ganó batalla de cinco horas ante un heroico Wawrinka

Dpa) El serbio Novak Djokovic se confirmó hoy como el hombre de los partidos imposibles al derrotar en una épica noche de tenis al suizo Stanislas Wawrinka por 1-6, 7-5, 6-4, 6-7 (5-7) y 12-10 y avanzar a los cuartos de final del Abierto de Australia.
“Es muy difícil encontrar las palabras para describir las sensaciones en ese quinto set. Él mereció ser el ganador de este partido”, dijo Djokovic tras las cinco horas y dos minutos de juego de un encuentro que se extendió hasta la 1:45 de la madrugada del lunes.
Su rival el martes por el pase a semifinales será el checo Tomas Berdych, vencedor hoy del sudafricano Kevin Anderson por 6-3, 6-2 y 7-6 (15-13).
La victoria de hoy de Djokovic recordó a la de un año atrás en la final del torneo ante el español Rafael Nadal, una batalla de cinco horas y 53 minutos de duración.
“Es uno de los partidos más interesantes y excitantes que haya jugado en mi carrera”, aseguró Djokovic. “Lamento que uno de los dos debiera perder”.
“Le doy mucho crédito a Stan, mucho respeto, especialmente esta noche mostró sus cualidades. Él fue el jugador agresivo, yo sólo traté de mantenerme en juego”.
Fue así, el serbio bien podría haber perdido. En el inicio del encuentro y durante algo más de una hora, Wawrinka corporizó el tenis más sublime visto en mucho tiempo: su revés a una mano era una contundente delicia, la derecha le funcionaba con seca eficacia y el servicio era implacable. Era muchísimo más que el 17 del ranking mundial. Era un número uno.
Aquel primer set fue sencillamente una clase de tenis, una sucesión de cachetazos al mejor tenista del planeta: el suizo desparramó al serbio hasta los rincones más insospechados del rectángulo azul en el Rod Laver Arena, lo movió con despiadada autoridad al son de ese revés que generaba rugidos de admiración en la grada.
Fueron 25 minutos para el recuerdo, un set que Wawrinka debería descargarse en su “smartphone” para verlo de vez en cuando y terminar de convencerse del tenis que atesora.
Pero las cosas no terminaron con ese 6-1. En el segundo set, Wawrinka siguió dictando el juego hasta disponer de una ventaja de 5-3 y 30-0 con su servicio. Y entonces, como tantas veces sucede en el deporte, las dudas del más débil reanimaron al más fuerte.
Los golpes de Wawrinka, hasta entonces demoledores, por veloces y agresivos, comenzaron a cargar con su dudas. Los tiros secos comenzaron a llevar más top spin, a acortarse, a darle a Djokovic la oportunidad de respirar. Y, con aire en los pulmones, el serbio ya no perdonó.
Djokovic es especialista en remontadas, y a Wawrinka, que está en un segundo plano en Suiza por ser contemporáneo de Roger Federer, la situación le pesó en las definiciones del segundo y el tercer set. Pero el suizo no dejó de luchar nunca, tuvo ciertas situaciones favorables en el cuarto set y, de a poco, volvió a conectar reveses y derechas de esos que vale la pena ver una y otra vez.
Wawrinka luchaba por el mayor triunfo de su vida ante un hombre al que no vencía desde octubre de 2006, un hombre que desde entonces lo había derrotado por diez veces consecutivas.
El suizo podría haberse situado 3-0 en el quinto, pero quedó 2-1 abajo. Llegó la primera doble falta tras cuatro horas de juego sacando 3-4, pero salvó la situación para igualar en cuatro y enseguida tuvo cuatro break points con Djokovic sacando 4-4.
No los pudo aprovechar, y el partido entró entonces en una fase de saque contra saque: ninguno perdía su servicio, el suizo asombraba con su saque y su audacia con el revés pese a mostrar señales de calambres, mientras el serbio se limitaba a resistir.
Así se llegó al vigésimo segundo juego del partido, con Wawrinka sacando 10-11. Salvó un primer match point con un saque a 200 kilómetros, y enseguida el segundo con un revés paralelo descomunal que puso de pie a todo el estadio, erizado de horror y placer ante tanta belleza y audacia combinadas.
Pero el tenis no es fútbol, no hay empates. Alguien debía ganar y, como tantas otras veces en los partidos “eternos”, fue Djokovic. Lo hizo en un punto descomunal en el que Wawrinka pegó tiros de todas las formas, variantes y colores, hasta que un passing shot de revés cruzado de su rival lo encontró a contrapie en la red.
Vencido, Wawrinka se abrazó a Djokovic, que enseguida, quizás incapaz de controlarse y considerar a un rival lloroso que estaba a apenas dos metros en su silla masticando una derrota inmerecida, lanzó un grito gutural, infló el pecho y rasgó su camiseta para demostrar que él siempre grita más fuerte. Y último.