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domingo, 2 de febrero de 2014

La recuperación económica que comienza desde más atrás

Desde hace un puñado de meses, los mercados financieros, los organismos internacionales, buena parte de los expertos y, desde luego, el Gobierno han saludado el inicio de la recuperación de la economía española. Las grandes cifras sirven de pistoletazo de salida. El pasado jueves se confirmaba que el PIB creció en el último trimestre de 2013 al mayor ritmo desde 2008, un 0,3%. Una semana antes, el Instituto Nacional de Estadística (INE) informaba de que, si se corregían los efectos estacionales, en ese mismo trimestre se había creado empleo por primera vez en seis años. Pero, ¿puede un mismo dato contar dos historias distintas? Cuando se viene de la mayor crisis en medio siglo, sí.
España sale mal parada en el balance anual. En comparación con 2012, el valor añadido generado por la economía el año pasado fue un 1,2% inferior. Y, de nuevo, la pérdida de puestos de trabajo (hubo 532.000 ocupados menos) fue más intensa, hasta arrojar un 3,1% menos de empleo. En suma, es el tercer peor año de lo que va de crisis.
La actividad ha caído un 6,7%, la ocupación bajó en un 17,7%
A los desequilibrios que el colapso financiero de 2008 afloró en la zona euro se sumó una respuesta política lenta y un ajuste presupuestario con efectos negativos sobre la actividad. El resultado es que, entre las economías avanzadas, las que encajan el peor golpe en estos años son europeas. Aún con el buen comportamiento alemán, el PIB de la eurozona —según las últimas proyecciones de Bruselas—, retrocedió el año pasado hasta quedar un 2% por debajo del nivel de 2008. Y hay un 3,6% de empleo menos.
Peor le ha ido a España. Hasta 2013, la actividad económica ha empequeñecido en un 6,7%, un mordisco similar al que sufren Irlanda o Portugal; algo más cayó el PIB italiano (un 8,6% menos que en 2008), mientras que el descalabro de la economía griega, dos veces rescatada por la UE, es mayúsculo: el retroceso respecto al nivel precrisis es del 23%. Pero España se acerca a la tragedia griega si se incorpora el impacto en el trabajo.
En unas recientes jornadas, el economista jefe para España de BBVA Research, Rafael Doménech, dio por bueno el vaticinio de Rehn, pero siempre que el PIB avance a una velocidad de crucero del 2,5%, todo un reto con el endeudamiento de empresas, familias, bancos y Administraciones en niveles muy altos. El primer paso será todavía lento, pero más consistente que lo que se creía hace unos meses. Eso es lo que prevé el Gobierno (que apuesta a que el crecimiento en 2014 rondará el 1%), y lo que progresivamente sostienen también organismos internacionales y analistas privados.“Arreglar una crisis como la española acaba costando una década”, dijo el comisario europeo de Economía, Olli Rehn, en una entrevista con EL PAÍS al referirse al mercado laboral. El Gobierno español vaticina que este año, la media anual de empleo será, por primera vez en la crisis, superior a la del ejercicio anterior. Pero el punto de partida da una idea de cuánto queda por delante: en 2013 hubo 3,6 millones de personas ocupadas menos que en 2007 y la tasa de paro escaló al 26,4%.
Los presidentes de los principales bancos españoles han asegurado esta semana que las nuevas operaciones de crédito a empresas y familias aumentarán. “Hay un cambio de ciclo clarísimo”, sostuvo Emilio Botín, presidente del Santander, no sin antes asumir que “las secuelas de la crisis tardarán en desaparecer”. La reducción del desempleo y de la deuda apenas ha comenzado; otros indicadores de que la crisis sigue muy viva (la morosidad, los desahucios, el número de hogares sin ingresos) no dejan de crecer.“Pronosticamos un crecimiento del 1% para 2014”, explicaba este viernes Antonio García Pascual, analista de Barclays, quien sostiene que las condiciones financieras, como refleja la mejora de la prima de riegos, pueden impulsar un avance mayor.
La gran incógnita que se cierne sobre la recuperación española es hasta qué punto será capaz de generar empleo estable. Porque en ningún país de la zona euro el ritmo de destrucción de puestos de trabajo (un 17,7% menos que antes de la crisis) ha casi triplicado el descenso del PIB, como ha ocurrido en España. Con y sin reforma laboral.
Arreglar la crisis costará una década si la actividad crece al 2,5% de media
La reforma del Gobierno del PP abarató el despido y propició el ajuste salarial. La idea era que, ante la caída de la actividad económica, se facilitara a las empresas congelar (o reducir) sueldos y modificar otras condiciones laborales para limitar los despidos. Pero, como avisaron los expertos, ese cambio legal en plena recesión por un duro ajuste presupuestario y con los mercados llenos de desconfianza, generó congelación salarial, pero también más despidos. En 2012 y 2013, el ritmo de destrucción de empleo volvió a casi triplicar la caída del PIB. Y los valedores de la reforma (el FMI, la OCDE o Bruselas) piden más: nuevos recortes salariales, pero también limitar la contratación temporal y potenciar las políticas activas de empleo.
El Ejecutivo de Rajoy se ha centrado en fomentar la contratación temporal, como constata el Observatorio Laboral de la Crisis, coordinado por la catedrática Sara de la Rica: en el último trimestre el 37% de los nuevos empleados accedieron a un trabajo con jornada parcial. “Eso ayuda a repartir mejor el empleo, pero su uso debiera disminuir si la recuperación toma pulso. En caso contrario, estaríamos asistiendo a una agudización de la precariedad en el empleo”, advierte.

La deflación llama a la puerta del BCE

El inicio de la recuperación empezó a edificarse cuando el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, anunció, en julio de 2012, su compromiso de hacer todo lo necesario por salvar al euro. Y se cimentó cuando Bruselas levantó el pie del ajuste presupuestario. España ha sido uno de los países más beneficiados por ambas decisiones: sin la austeridad a todo trapo y con el respaldo del BCE, los mercados empezaron a valorar la reestructuración de la banca o el buen comportamiento de las exportaciones.
Pero la situación, en España y en la zona euro, sigue siendo muy delicada, y cualquier tensión financiera, como las devaluaciones en algunas economías emergentes, amenaza con contagiarse. Con la Comisión Europea en punto muerto por el proceso electoral, el BCE vuelve a ser el vigía de la recuperación. Y su principal preocupación es, por una vez, que la inflación es demasiado baja.
Que los precios suban tan poco (en España, un 0,2% en el último año) es bueno para que la congelación salarial no menoscabe el poder adquisitivo. Pero dificulta enormemente el pago de las deudas. Y eleva el riesgo de que la zona euro entre en deflación, una caída generalizada y persistente de precios que acaba desincentivando el consumo. El BCE niega el riesgo, pero en los últimos días se agolpan los informes de servicios de estudios de entidades financieras que lo creen más probable. Y que anticipan que el banco central no tendrá más remedio que actuar otra vez
EL PAIS