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miércoles, 7 de noviembre de 2012

DPA: Japón, desde la mirada del afamado escritor Haruki Murakami


¿Se imagina a Haruki Murakami enfundado en un kimono y preparando la ceremonia del té? Probablemente a ninguno de los lectores del novelista japonés se les pase esta imagen por la cabeza. Más bien lo contrario: muchos compatriotas le han reprochado su desdén hacia lo típicamente nipón. Y, sin embargo, Murakami es más japonés “que el sushi y el té verde juntos”.
Al menos, así lo afirma Carlos Rubio, profesor de literatura japonesa y autor, entre otros, de “El Japón de Murakami” (Aguilar), que acaba de salir a la venta. Un libro que se aproxima mucho a una guía socio-cultural del País del Sol Naciente, en el que Rubio se sumerge en la obra de Murakami desgranando uno a uno los elementos de su japoneidad.
“Murakami ha dado la espalda a la cultura japonesa tradicional, él mismo lo ha dicho: le aburre”, explica Rubio en una entrevista con dpa en Madrid. “Se ha criado en la literatura occidental, sobre todo anglosajona. Pero eso es su gusto. ¿Quiere decir eso que no esté impregnado, como japonés, de los valores estéticos, cualidades y comportamientos de su país?”.
Por supuesto que no. “Que sus personajes coman hamburguesas es puramente accesorio”, como lo son el whisky que beben o el jazz que escuchan. Es cierto que los títulos de sus novelas no aluden al teatro “no”, sino a canciones de los Beatles, como “Tokio Blues (Norwegian Wood)” o de Nat King Cole, como “Al sur de la frontera, al oeste del sol”. Pero no se puede negar que Murakami es hijo de la tradición japonesa.
Según este ex profesor de la universidad de Tokio, donde vivió cinco años, uno de los elementos más reveladores de la japoneidad de Murakami es la importancia que tiene la gastronomía nipona en sus novelas. Desde los fideos “ramen” o “udon” a la sopa “misoshiru” o el tofu, a partir de la obra murakamiana “se podría hacer un recetario bastante decente”, dice Rubio.
Pero aparte de éste y otros elementos más superficiales, como la “aversión a tocarse, al contacto físico” que experimentan sus personajes, en la obra de Murakami destaca especialmente la “fascinación del escritor por el concepto del vacío”. El sentido japonés de la belleza es, quizá, uno de los elementos centrales de su cultura y, frente al mundo occidental, en él son claves los silencios, las ausencias.
Para Rubio, la nuca femenina, tan recurrente en las novelas de Murakami, supone “una alegoría del vacío” que remite a la literatura clásica sugiriendo lo oculto, la búsqueda y la pérdida. No en vano, uno de los valores estéticos más sólidos de la tradición literaria nipona es el “aware” o la capacidad de conmoverse ante un estímulo externo, ya sea la contemplación de los cerezos en flor o la comprensión de las flaquezas de una persona.
Pero si hay algo que respiran las novelas de Murakami es el intento de sus protagonistas por “afirmar su individualismo en una sociedad muy jerárquica”, añade este experto en cultura japonesa y traductor, entre otros, de varias obras de Yukio Mishima. Pese a que el país ha cambiado mucho en los últimos 60 años, sigue siendo “una sociedad vertical, en la que triunfan las apariencias”, y frente a esas tradiciones, muchos jóvenes intentan mostrar su rebeldía en la forma de vestir o el color de su pelo.
En este sentido, puede que la novela “más hondamente japonesa” de Murakami sea una de sus llamadas “novelas mágicas”: “El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas”, afirma Rubio. “Representa los ‘dos japones’: el que va a ser, con esa sociedad tecnologizada y deshumanizada, y el que mira hacia el pasado, encarnado en el personaje del lector de sueños, que busca recuperar la memoria”. La pugna entre esos dos “países” es muy ilustrativa “de la dicotomía desgarradora de Japón”, que Rubio califica de “hervidero” en constante evolución.
Así, a lo largo de más de 500 páginas, “El Japón de Murakami” supone un viaje al país delescritor que en los últimos años no ha dejado de sonar en las quinielas al Nobel de Literatura. Un libro que traza un panorama de la historia, la literatura y la sociedad nipona y que, como no podía ser de otra manera tratándose de Murakami, sirve también de guía turística y cultural para el escenario de sus novelas: ese bullicioso Tokio de rascacielos y luces de neón donde sólo hace falta adentrarse en alguno de sus templos para poner un pie en el otro Japón.
Por Elena Box / Dpa