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lunes, 18 de marzo de 2013

Crean una "biopsia líquida" para espiar cáncer de mama


Para las mujeres con cáncer de mama metastásico, las biopsias y las pruebas de imagen son, hoy por hoy, sus mejores aliadas para saber cómo están respondiendo a las terapias. Un nuevo estudio publicado esta semana en 'The New England Journal of Medicine', abre la puerta a que un análisis de sangre cumpla esta función en el futuro. 

La clave está en analizar el ADN circulante en la sangre (material genético que las células cancerosas liberan al torrente sanguíneo), que actuaría a modo de 'espejo' de lo que está ocurriendo en el tumor primario. Como resume para ElMundo.es el doctor Rafael Rosell, jefe del servicio de Oncología Médica del Instituto Catalán de Oncología (ICO), a mayor cantidad de material genético del tumor circulando, peor supervivencia de las 30 mujeres que fueron analizadas en el estudio. 

Las conclusiones llevan la firma de Carlos Caldas, investigador del Centro de Investigación del Cancer de Cambridge (Reino Unido) y uno de los nombres que se pusieron sobre la mesa como posible candidato a sustituir a Mariano Barbacid al frente del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). 

Como los propios autores explican, hasta ahora se habían analizado otro tipo de 'marcas' en la sangre para evaluar la evolución de algunos cánceres; como las llamadas células tumorales circulantes (que 'escapan' desde el tumor al torrente sanguíneo) o algunos marcadores tumorales, bastante poco precisos, como CA 15-3. 

En esta ocasión, en cambio, lo que Caldas y su equipo analizaron en la sangre fue si existían mutaciones en el llamado ADN libre. "Se trata del material genético que las células cancerosas liberan al torrente sanguíneo a medida que van muriendo", explica Caldas a ElMundo.es. "Teniendo en cuenta que cada tumor tiene mutaciones únicas, esas células en la sangre contienen una especie de 'código de barras' que puede medirse para saber cuánto tumor hay", añade. 

El estudio se llevó a cabo con 30 mujeres con cáncer de mama metastásico, aunque Caldas calcula que tardará entre dos o tres años en poder usarse de manera rutinaria en la clínica. "Es una técnica relativamente sencilla, que puede hacerse por unos 100-200 euros en hospitales que ya realicen diagnóstico molecular", explica a este periódico. Además, añade, el de mama no sería el único tumor que libera ADN circulante a la sangre, por lo que el análisis podría emplearse también en cáncer de ovario, colon o pulmón. 

Más cauto se muestra su colega español Miguel Martín, jefe del servicio de Oncología Médica del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. "Es un estudio interesante conceptualmente, pero me sorprende que lo haya publicado una revista como 'NEJM', porque me parece muy preliminar". 

Rosell, por su parte, explica que de momento no se cuantifica de manera rutinaria el ADN circulante en pacientes con cáncer, aunque señala que hace años que se sabe que este material genético refleja como un espejo las mutaciones que presenta el tumor primaria. ¿Cuál es entonces la novedad? ¿Por qué la importancia del trabajo que publica ahora 'NEJM'? "El estudio demuestra la utilidad clínica de este ADN, que puede servir para hacer el seguimiento de las pacientes con más precisión que otros análisis", explica. De momento, sin embargo, es demasiado pronto para renunciar a las pruebas de imagen para evaluar cómo van respondiendo a los tratamientos.

En el futuro, presagia, podría utilizarse el análisis de este ADN tumoral circulante para prescindir de las biopsias y ver la evolución de las respuestas al tratamiento casi en tiempo real: "Si el fármaco está funcionando (tanto una terapia dirigida como una quimioterapia convencional), las mutaciones en estos análisis deberían desaparecer. O viceversa, aunque no haya signo de enfermedad en las pruebas de imagen, si las mutaciones reaparecen en el ADN circulante podrían advertirnos de una recaída". Aunque el ICO de Badalona, donde él trabaja, realiza ya esta prueba en el contexto de algunos ensayos clínicos, Rosell admite que no hay de momento una infraestructura adecuada para realizar este análisis de rutina.
EL MUNDO