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martes, 23 de agosto de 2011

El frenesí de los rebeldes en Bab Al-Aziziya: lucen las cadenas y sombreros de Gadafi como trofeos

(Reuters) – Cientos de triunfantes rebeldes libios inundaron el martes el último bastión de poder de Muammar Gaddafi, saqueando su complejo de Trípoli en busca de armas y trofeos y al grito de “Gaddafi está acabado”.
Rebeldes en camionetas irrumpieron en la base fortificada, que estuvo fuera del alcance del pueblo libio durante los 42 años de gobierno de Gaddafi, a través de una de las puertas principales, disparando al aire en señal de júbilo, mientras buscaban al esquivo líder.
La tienda beduina blanca de Gaddafi, donde solía recibir a dignatarios extranjeros de visita fue incendiada, y el fuego y humo flotaban en un patio de juegos para niños cercano. Las paredes del complejo fueron dañadas en la batalla.

Una estatua dorada de Gaddafi fue destruida y su cabeza cortada. Varios rebeldes pisoteaban la cabeza y la pateaban, riendo y vociferando insultos contra Gaddafi.

Un rebelde con barba que lucía una gruesa cadena de oro alrededor de su camiseta verde oliva y un sombrero militar de Gaddafi, dijo a Sky News que había sacado sus trofeos del dormitorio del líder.
Cuando se le preguntó cómo se las arregló para hacer eso, sonrío y dijo en inglés: “No fue difícil. Fui a la habitación de Gaddafi y encontré esto”.

“Muchos amigos míos murieron en el frente. Ellos deberían haber estado aquí conmigo hoy”, agregó.
El carrito de golf marca registrada de Gaddafi, en el que el líder libio aparecía con frecuencia en su casa y en visitas al extranjero, también fue capturado por los rebeldes y luego desfiló alrededor del complejo.

PUÑO DE ORO

Algunos rebeldes arrancaban carteles con la imagen de Gaddafi. Otros trataban de derribar una estatua dorada gigante de una mano aplastando un avión de combate estadounidense, un símbolo del desprecio de Gaddafi por Occidente. Un rebelde se subió a la cima de la estatua.

“¡Libia es libre! Gaddafi está acabado. Somos todos libres ahora”, gritaban desde el fondo de sus vehículos que tenían montadas armas pesadas en la parte trasera.

Otros saltaron de sus vehículos, al grito de “Dios es grande”, ondeando banderas rebeldes y disparando armas de fuego en la celebración.

Columnas de humo se elevaban sobre el complejo de seis kilómetros cuadrados y los enfrentamientos parecían continuar en el centro de la base, donde los francotiradores habían repelido el avance de los rebeldes.

“¿Puedes creer esto? ¡Es el fin de 42 años de tiranía!”, gritó un rebelde.

“No queremos a nadie parecido a Gaddafi. Queremos justicia”, dijo otro insurgente a la cadena Sky.
Mientras los rebeldes se internaban en el complejo, algunos disparaban con ira contra un edificio que quedó en ruinas tras un ataque ordenado por el ex presidente estadounidense Ronald Reagan en 1986, un sitio icónico para los seguidores de Gaddafi.

Detrás de sus imponentes paredes pintadas de color verde oliva, las escenas de caos se apropiaron del que fuera un complejo ordenado y tranquilo, que en el pasado llegó a ser descrito como el “Pentágono de Gaddafi”.

En la base se escuchaban explosiones y disparos, y sus característicos jardines llenos de palmeras estaban convertidos en tierra revuelta llena de escombros. Muchos edificios resultaron dañados en los enfrentamientos.

Gaddafi solía reunir a sus seguidores en el complejo durante el conflicto, como parte de su amplia maquinaria propagandística. Una cámara de televisión que era usada para grabar esas imágenes a diario al pueblo libio yacía en el suelo hecha pedazos.

Un grupo de rebeldes saqueó un depósito de armas en el complejo, tomando como botín rifles de asalto en maletines plásticos, informó un testigo de Reuters.

Pero su objetivo principal era Gaddafi, que se suponía podía estar escondido con sus hijos en alguna parte de la vasta base que se cree tiene una innumerable cantidad de túneles y búnkers.

“El (Gaddafi) está escondido bajo tierra”, dijo un rebelde a Sky News. “Te estamos buscando”, agregó.
Por Peter Graff
(Escrito por Maria Golovnina, Editado en español por Javier Leira)