Lo Último

.

.

domingo, 8 de enero de 2012

Huecos se comen las calles de Maracaibo


No es extraño ver enormes huecos en las calles de Maracaibo, para algunos se trata de la peor crisis en materia de asfaltado de la historia de la ciudad. Un reportaje de Leopoldo Márquez publicado en el Diario La Verdad refleja cómo la gente no pierde la esperanza de ver asfaltadas las calles de ese estado petrolero.

A continuación el reportaje:
Es incongruente. Aunque el crudo venezolano inició el año a más de 108 dólares, y que el Zulia en particular tiene el mejor asfalto de Venezuela, producido en Campo Boscán, ningún ente gubernamental logra ejecutar pavimentos que perduren en el tiempo. Según cifras recientes del Ministerio de Transporte Terrestre (MPPTT), cada kilómetro de asfaltado cuesta 404 mil 963 bolívares fuertes (404 millones de los de antes). Por cada obra mal hecha, esa es la cantidad de dinero que se pierde.El índice de condición de pavimento debería estar cercano al 100 por ciento en cada avenida del estado, pero expertos en el área aseguran que, irónicamente, un país como Venezuela, que exporta asfalto de calidad, no utiliza material de primera para sus calles. 
Para Hebert Lynch, profesor jubilado de la Universidad del Zulia, con más de 50 años de experiencia impartiendo las cátedras de Pavimentos, Construcción y Mantenimiento vial, el problema va más allá de la calidad de la mezcla asfáltica. En una entrevista con La Verdad detalló que existe infinidad de motivos que son causantes del mal estado de las calles. Sostuvo que, aunque con mayor responsabilidades unos que otros, todos los que habitan en la región son culpables de lo que sucede.

Mal puesto, mal hecho


En la pavimentación hay dos productos asfálticos que se utilizan: El RC-250 y la combinación de agregados con cemento asfáltico. Según informó hace semanas Euro Badell, presidente del Instituto de Vialidad del Zulia, se intuye que los productos que distribuye PDVSA (RC-250 y cemento asfáltico) se encuentran contaminados con gasoil. De comprobarse esta hipótesis, se obtendría un factor que explicaría el deterioro prematuro de la vía.
Pero hay más. Un grupo de ingenieros afirma que la composición del cemento asfáltico, en los últimos meses, parece un mazacote de lodo. No porque un pavimento dé la impresión de haber quedado perfecto luego de una rehabilitación está en buenas condiciones. Hebert Lynch, quien además fue presidente del Instituto Venezolano de Asfalto, explicó que si no se cumplen las normas de construcción, la durabilidad de los trabajos será mucho menor de lo esperado.
“Aquí están haciendo obras donde sólo colocan parches, pero igualmente esos parches deberían tener un control de calidad. En ocasiones meten una fresadora y raspan, pero no supervisan que la repavimentación se haga por debajo de los brocales. Es por eso que hay casas que luego de muchos años se les mete el agua de lluvia”.
A diferencia de otros países, las máquinas (pavimentadora, compactadora y fresadora) son obsoletas y no están operativas, y según explica el profesor, en ocasiones pueden ser perjudiciales para los trabajos. El concepto de inspección es errado en la localidad. Se cree que al haber un ingeniero en una obra la misma ya está certificada. Pero estas personas necesitan herramientas y personal calificado para poder cumplir su fusión.
“Yo no veo a nadie con un termómetro en la mano midiendo la temperatura del asfalto,  al menos que lo hagan con un &39;ojímetro&39;”, dijo Lynch, quien considera que el riego de adherencia para que el asfalto pegue se hace con displicencia, “como si fuese miel en un helado y eso aunque se ve bonito, no sirve”.

Inconsciencia


Todos colaboran con la destrucción de la ciudad. En las residencias limpian a diario los frentes con detergentes y altos contenidos de cloruro que no benefician en nada el mantenimiento del suelo.  
Como explica Lynch, quienes prestan un servicio destruyen otro. Por ejemplo, a la hora de sustituir un colector, Hidrolago hace un muy buen trabajo con las tuberías, pero no con el suelo. En una zanja tiran la arena que sacaron y le inyectan agua para compactarla. Esa Compactación no sirve y ocasiona que el asfalto se rompa al poco tiempo de recibir una fuerte carga de peso.
Las tuberías tienen su tiempo útil, pero la carencia de una cultura de mantenimiento en la región origina que no se haga una supervisión estricta y adecuada para evitar incomodidades

Inmoralidad


Las licitaciones ficticias y  la creencia de que la construcción es el medio por el cual la gente se hace millonaria, ocasionaron una irregularidad que obliga al constructor a pagar porcentajes elevados para obtener un trabajo.
Parte del problema, opinó Hebert Lynch, es que se irrespeta la profesión y se ejerce ilegalmente. “Hay ingenieros petroleros que están trabajando como civil. La gente dice (pero no importa, que ingeniero es ingeniero), pero esa persona no está preparada. “La gente cree que ser inmoral es sólo robarse un dinero. Pero si no agarro un libro luego que salí de la universidad, soy un inmoral en el ejercicio de la profesión. Y si permito que algo se haga mal, soy culpable”.
Cuando se pavimenta, la escasez de topógrafos que hay en el país pareciera radicalizarse en las contratistas de los entes públicos. El experto señala que cuando un ingeniero firma una evaluación sin las herramientas para justificarlo, avala que se hagan las cosas mal. “La gente quiere ganarse el dinero rápido, pero cada trabajo debe hacerse paso a paso para que sea de provecho a la colectividad. Los ingenieros no podemos permitir que en los avisos de obras de ingeniería civil se anuncie que el ingeniero residente es un TSU, mientras que el ingeniero inspector es una arquitecto”.

Ciudad Improvisada


Si se diseña un asfaltado se puede determinar los años que durará.  Pero para eso se necesita una buena información de tránsito de la vía y la resistencia del suelo por donde va a pasar la nueva calle. La variable que representa una dificultad en Venezuela es el tránsito, porque no se monitorea como en países desarrollados.
Para Lynch, la problemática no es producto de la falta de conocimiento por parte de los profesionales de la Ingeniería, sino del  miedo de los expertos a enfrentar a la política gubernamental en todos sus niveles.
“Hay gente que cuando llega a un despacho quiere ser médico e ingeniero y los profesionales son incapaces de decirles que eso no se puede hacer, por temor a que lo boten. El ciclo se repite cada semana. El pueblo empieza a protestar por las malas condiciones de la vialidad, los  delegados se sienten presionados y echan el asfalto por no dejar. Al año el problema vuelva aparecer. Pero nunca van a la raíz de ese problema”.