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jueves, 25 de julio de 2013

"Vimos una polvareda enorme y uno de los vagones estaba ya incendiado"

Preocupados, casi descompuestos, con el rostro demacrado: los familiares de los pasajeros del tren descarrilado en la noche de ayer en Santiago preguntan sin cesar por los suyos, deseosos de saber qué ha ocurrido con ellos.

Son familiares de las víctimas del accidente de tren ocurrido en la noche de ayer en Galicia que se cobró la vida de 78 personas y dejó al menos 130 heridos. 

En el centro multiusos de Fontes do Sar, en Santiago, donde se ha instalado un tanatorio provisional, familiares y amigos buscan a los suyos o cualquier información que les pueda llevar a ellos. 

"¿Y mi familia?" Estamos buscando por todas partes, madre mía", grita desesperado un hombre cuyos familiares viajaban en el tren. 

A su lado otra mujer con lágrimas en los ojos busca a su tía: "¿Está aquí? Mi tía tiene setenta años, si no aparece su nombre en la lista no me dejan entrar. Estamos todos repartidos entre unos puntos y otros para ver quién obtiene información antes. Esto es desesperante". 

Una vecina de un pueblo cercano, Reyes Pérez, aguarda en la capital gallega noticias sobre su sobrina Nerea, de 26 años, que también viajaba en el ferrocarril. 

"Esperar, esperar y esperar. Es horrible. Si están inconscientes y ellos no se pueden identificar que nos dejen ir a los hospitales a identificarlos" se lamenta a las puertas de un edificio habilitado para atender a los familiares de las víctimas. 

Los vecinos más próximos al lugar del siniestro fueron los primeros en llegar a las vías del tren. Abel Rivas e Iván Ramos declararon a Efe estar "impactados" y, al relatar los hechos, contaron que "escuchamos un ruido tremendo, enorme, como nunca. Bajamos y ya vimos el convoy separado en dos trozos". 

"Vimos una polvareda enorme y uno de los vagones estaba ya incendiado" dijeron, y apuntaron que vieron a "gente demacrada ayudando a sacar a niños". 

Los habitantes de los alrededores fueron también los primeros en aportar ayuda al llevar mantas y agua para los heridos y colaborar en las tareas de rescate de los supervivientes de los vagones destrozados. 

No sólo los vecinos del lugar se movilizaron sino todo Santiago de Compostela. Las colas a las puertas de hospitales y centros de salud para donar sangre se multiplicaron durante toda la noche. 

Silvia, Bruno y José son solamente tres ejemplos de la gran solidaridad ciudadana. Se acercaron porque "es lo mínimo que podíamos hacer". 

Mientras tanto, la psicóloga Teresa Marín, que se encontraba realizando el Camino de Santiago, se desplazó sin dudarlo al edificio habilitado para los familiares. 

Reconoció sentirse consternada y declaró que ve a los familiares de las víctimas "muy contenidos emocionalmente". 

"He visto muchísima solidaridad y buena organización" declaró esta alicantina que el martes regresará a su ciudad. "Hasta entonces estaré disponible para ayudar".

EFE