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sábado, 2 de julio de 2011

Un duelo de números uno

El beso, como el sudor y las lágrimas, se queda sobre la hierba. Al final del día, Novak Djokovic ya ha puesto sus labios sobre el sagrado césped de Wimbledon, celebrando que es el nuevo número uno mundial (7-6, 6-2, 6-7 y 6-3 al francés Tsonga en semifinales). Al final del día, Rafael Nadal, el hombre al que desplaza el serbio de tan privilegiado puesto después de más de un año, ya le espera (5-7, 6-2, 6-2 y 6-4 al británico Andy Murray) en el encuentro decisivo para defender mañana su corona de Londres. Y al final del día, descontadas ya las horas de sol y los chasquidos fríos del viento, se ha quedado pelado el verde de la central, sometido a la guadaña de las zapatillas de los tenistas, tembloroso frente a sus gritos, ralo bajo esas pisadas que cazan pelotas imposibles. Fue un simple viernes en Londres, pero una jornada gloriosa en Wimbledon.

"You're a real Braveheart Andy!", gritan desde el público. "¡Eres un verdadero corazón valiente!", le dicen a Murray. Son voces roncas que apelan a la historia de Escocia y a las emociones, que quieren el partido a flor de piel, que reciben, que ven, también, cómo el encuentro cambia en dos puntos. El primer zarpazo es del héroe local, que aprovecha la lenta salida del español para hacer suyo el primer parcial del partido. Vibra el gentío. Juega con plomo Murray, que llama al fisioterapeuta nada más arrancar el partido. El número cuatro mundial tiene entonces la oportunidad de dar lo que parece un zarpazo definitivo: con 1-2 y 15-30 sobre el saque de Nadal en la segunda manga, tiene una bola comodísima, la pista entera esperándole, el mundo a sus pies, el triunfo a poco más de un golpe, a un suspiro. Inexplicablemente, falla. Ocurre algo peor para él. Activa al caníbal. Nadal, que acabará el encuentro con siete errores no forzados por 39 de su adversario, le propina desde ese instante un 7-0. De 5-7 y 1-2, se pasa a 5-7, 6-2 y 2-0 para el español. Murray sigue en la pista, pero su cerebro está en otro sitio. Se había ido, roído por las dudas. Se había marchado, carcomido por los fallos.

"Tuve suerte con ese punto fácil que falló. Cambió el encuentro", reconoció luego el español. "No me importa mucho haber perdido el número uno, no es la meta. La meta es estar sano, ser competitivo, intentar estar a mi mejor nivel en los momentos importantes", prosiguió el mallorquín, que ha alcanzado al menos la final en sus últimas cinco participaciones en Wimbledon. "No he perdido el número uno. Ha habido un tío que ha jugado increíble desde enero y al que hay que felicitar", cerró el campeón vigente, al que esperó el rival derrotado para abandonar la pista, el gesto de un caballero.

Antes de que todo eso ocurra, Djokovic besa el césped y se santigua mientras levanta el dedo índice, imitado por su banquillo. Es la señal del número uno. Es el aviso de quién ocupará ese puesto desde el lunes. Es, también, la culminación de un encuentro colosal y lleno de espinas, en el que no juegan solo las raquetas, sino también los corazones, las agallas y las prisas. Tsonga, el rival del serbio, golpea primero. Gana al resto el primer juego. El estadio se cimbrea siguiendo su loco ritmo. Tsonga vuela a por voleas imposibles como si fuera un cometa. Tsonga salta y brinca, jugando sin cadenas, liberado el monstruo, una bestia de la naturaleza sobre la pista. En el Palco Real, donde el comedimiento y la economía de gestos son ley no escrita, hay espectadores que se levantan con las manos en la cabeza, atónitos ante lo que ven sobre la hierba.

Djokovic, no. Djokovic es el dique que se enfrenta a la tormenta. La solidez es su bandera. Su credo, el del malecón frente a las olas: aquí mi pared, aquí tus acometidas. Poco a poco, amaina el temporal, baja la furia de la tormenta, es imposible, sabe Djokovic, mantener esa presión durante todo el día. Tsonga duda. Djokovic, tiembla. Tsonga salva dos puntos de partido. Djokovic no se encuentra, está ido, grogui como anda, emborrachados los sentidos por el canto de sirena de la llegada del número uno. Finalmente, tras haber perdido una manga que jamás debió haber cedido, el serbio logra con todo merecimiento el trono que le señala como el mejor tenista del planeta, por delante de Nadal.

"Cuando acabó el partido, no sabía cómo mostrar mis emociones", explicó luego Djokovic, dueño de un curso en el que ha ganado siete títulos y solo ha perdido un partido ante el suizo Roger Federer, en las semifinales de Roland Garros. "Es uno de esos momentos que no se pueden describir con palabras", prosiguió el finalista, que desde enero ha ganado cuatro veces a su rival mallorquín y tres al suizo. "Para ser número uno en la época de Nadal y Federer hay que perder un solo partido en siete meses", bromeó. "En los últimos dos o tres años hubo momentos realmente difíciles, porque estaba perdiendo la mayoría de los partidos importantes contra ellos. Dudé de mí. Superé aquello porque mi fe era muy fuerte. Competir contra ellos dos es un reto... aunque también me ha hecho mejorar".

Djokovic es el primer tenista que desplaza del trono a los dos rivales legendarios desde febrero de 2004. Djokovic es el campeón del Abierto de Australia 2011. Djokovic está en su primera final del templo verde, estrena ahí el número uno mundial y quiere volver a besar la hierba. Le espera mañana Nadal, el campeón vigente , al que ha derrotado en cuatro finales en lo que va de año. Es un partido por algo más que el título con más prestigio del tenis, por la corona de Wimbledon. Es un pulso, un combate, para decidir quién comienza a dominar todo el tenis masculino lo que queda de año.

Cambio de rey


- El serbio Novak Djokovic será, a partir del próximo lunes, el número uno del tenis mundial destronando a Rafa Nadal, que estuvo en la cima durante 56 semanas consecutivas (desde el 7 de junio de 2010). El español defiende en Wimbledon su título, mientras Djokovic ya ha mejorado el resultado del año pasado (semifinal).

- Con 24 años y 43 días, Nole, primer serbio en liderar el ranking, es el tenista de más edad, en activo, en alcanzar el número uno por primera vez (Nadal lo logró con 22 años y dos meses).

- El serbio ha conseguido quebrantar el duopolio Federer-Nadal, que duraba desde febrero de 2004.

- Nadal fue la mejor raqueta durante 102 semanas, entre dos etapas -la primera fue desde agosto de 2008 hasta julio de 2009-. Ya ha superado a Agassi (101), mientras queda por detrás de Sampras (286), Federer (285), Lendl (270), Connors (268), McEnroe (170) y Borg (109).

EL PAIS/EFE/AFP