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viernes, 27 de abril de 2012

El libro del viernes: “El olvido está lleno de memoria”, de Mario Benedetti

Consideraba Juan Ramón Jiménez la poesía como un intento de aproximación a lo absoluto por medio de los símbolos.

El concepto es atractivo, pero hace pensar en el significado que filósofos y escritores han tratado de dar a palabras como absoluto e infinito.
Algunos las relacionan con la continuidad de la existencia después de la muerte, otros se aferran más a lo de carne y hueso y prefieren impactar su entorno a través de obra y compromiso en las memorias ajenas.

Cortázar decía no entender por qué los escritores de su tiempo se enfocaban muchas veces en luchar para ser recordados después de la muerte, en procurarse una falsa inmortalidad entre conversaciones ulteriores de intelectuales. Yo creo que simplemente no creían en la promesa de algo más después del final de la vida.

Que la gente se olvide o recuerde lo que hiciste después de tu muerte no es relevante, porque a fin de cuentas todas las personas andan ocupándose de sí mismas y morir es –dijo algún cineasta– hacerse a un lado.

El libro que quiero recomendar hoy no requiere profundas interpretaciones. Es simple y bello como anillo de oro.

Sin embargo, creo que este libro puede ser aun más valioso si entendemos que tiempo es la sustancia de la que estamos hechos, y que olvido y memoria son los atributos que nos permiten percibirla para poder interpretarnos a nosotros mismos. Algo así.

El libro es “El olvido está hecho de memoria“, de Mario Benedetti. Al inicio, uno se consigue con tres frases encantadoras que explican el contenido del volumen. Una de Borges, una de Sabina y otra de Courtoisie.

Escojo la de Borges, claro: “Es una procesión, porque el olvido es una de las formas de la memoria, su vago sótano, la otra cara secreta de la moneda”.

Pasas a la siguiente página y comienzas a leer los poemas. No puedes detenerte. Son simples. Hermosos. Eso tiene un motivo:

“Hacia el fin de mi adolescencia, cuando yo sabía que iba a ser poeta, leía a los de más prestigio, y aunque los entendía y los disfrutaban, me parecían muy enigmáticos, con toda una retórica que me parece, espantaba a los lectores“, dijo a El Clarín cuando tenía 80 años.

Y por eso sus versos son como son. P
ero eso no elimina la profundidad.
Cada vez que nos dan clases de amnesia
(…)
me convenzo de que mi región
no es la farándula de otros.
Más allá del ritmo, de la belleza y de la energía, hay que agradecerle a Benedetti la sencillez, porque fue ese el atributo que invitó a las mayorías incultas a abrir sus corazones a la sensibilidad de la poesía.

Néstor Luis González