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martes, 14 de diciembre de 2010

Bolivia: las "cholitas luchadoras" se ganan la vida combatiendo en el ring

Trenzas largas y polleras al aire, saltos desde las cuerdas, torniquetes y patadas forman parte del espectáculo de lucha libre que realizan sobre el ring las 'cholitas luchadoras' frente a un público que apoya a la 'Simpática Angela' frente a las embestidas de 'Benita, la Intocable'.
'Benita' y 'Angela' son la atracción central del catchascán, un espectáculo de lucha que recorre los barrios más populares de Bolivia y en el que estas intrépidas mujeres, al igual que en el caso de los hombres, se alinean para protagonizar sobre el ring la eterna dicotomía entre el bien y el mal.
Ellas han llegado al barrio El Tejar -en el norte de La Paz, habitado principalmente por comerciantes al menudeo-, donde las espera un ring hexagonal y unos 200 espectadores que las siguen desde graderías de cemento.
Un improvisado animador toma el micrófono y a través de altoparlantes anuncia el ingreso de las luchadoras, que entran al campo deportivo al ritmo de la morenada, una música andina estilizada que copia a la saya, el baile de los esclavos africanos que llegaron a Bolivia.
Benita y Angela visten polleras, faldas aymaras anchas de varios pliegues y sombreros tipo bombín.
Benita es ruda y prefiere las patadas y los puñetazos, mientras que Angela, más técnica, opta por los saltos, las llaves de mano, y las tijeras voladoras (pies enroscados al cuello) para derribar a su oponente.
Ya en los primeros forcejeos Angela se gana el corazón de los asistentes, quienes gritan enfervorizados cuando en el 'clinch' doblega temporalmente a su adversaria.
Benita sólo cosecha silbidos, que responde con el pulgar hacia abajo y gritando: "¡voy a matar a esta chola cochina!".
Pero tras 15 minutos de combate es Angela quien gana y sale por el patio aplaudida, mientras que decenas de niños se arremolinan alrededor de ella para abrazarla.
Exhibe orgullosa una pequeña herida en la frente, producto de una patada, como para mostrar al público que la pelea es en serio.
"Me gusta lo que pelean, siempre he visto esto", dice a la AFP José Luis Mamani, un niño de 10 años que se ha deleitado con el show.
Las peleas de las cholitas luchadores han comenzado a extenderse por el país, un fenómeno que empezó hace casi 8 años cuando los luchadores varones, desesperados por atraer más público, decidieron subir a mujeres al ring.
Nelson Calle, un veterano promotor, explica a la AFP que las primeras peleas se dieron en El Alto, ciudad-dormitorio de La Paz de un millón de habitantes a más de 4.000 m de altitud y de mayoría aymara.
En 2003 "vi a mujeres de pollera pelear en una calle de El Alto; me llamó la atención que la gente se arremolinara pero nadie se animara a mediar o a defenderlas. Ahí se me ocurrió la lucha de cholitas", dice Calle.
El espectáculo comenzó a popularizarse al punto de que en las ciudades de El Alto y La Paz, las más pobladas de Bolivia, ya hay al menos 8 grupos de 'cholitas luchadoras', que presentan nombres tan sugestivos como 'Juanita, la cariñosa', 'Elizabeth Rompecorazones','Jennifer Dos Caras', 'Marta, la Alteña', 'Remedios, la misteriosa' o 'Silvina, la poderosa'.
Son espectáculos que suelen desplazarse por barrios populares de Bolivia y poblados rurales.
"Estoy luchando desde hace 7 años, me gusta, se siente la adrenalina", señala a la AFP tras la pelea 'Benita, la intocable'
Las luchadoras suelen ser amas de casa o comerciantes, explica el promotor Calle.
Cada luchadora, dependiendo de su calidad técnica, cobra por noche de espectáculo entre 100 y 200 bolivianos (entre 14 y 28 dólares), mientras que los espectadores pagan por cada boleto de ingreso entre 10 y 15 bolivianos (1,4 y 2 dólares).
La lucha libre o el "catchascán" (una variación del inglés 'catch as can' (atrapa como puedas) llegó a fines de la década del 60, cuando películas mexicanas idolatraban a 'El Santo', 'Blue Demon' o 'Huracán Ramírez'.
Y herederas de ese fenómeno, la tradición la perpetúan mujeres como 'Benita la Intocable, que se hace odiar en el ring, pero que al salir de allí se convierte en la gentil secretaria de una oficina privada de 29 años y que se llama Mariela Alvarenga.

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