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jueves, 19 de enero de 2012

Enfermedades invisibles, pero mortales.


Sarampión, polio, difteria, tétanos, varicela... Es posible que a algunas personas les suene a enfermedades del siglo pasado, e incluso mucho más lejanas, al menos en los países desarrollados. Sin embargo, muchas de ellas son mortales. «Si cualquier padre o madre pudiera ver las consecuencias de la polio o de la difteria, se quedarían asustados», reconoce Jesús Ruiz Contreras, del Hospital 12 de Octubre (Madrid):


Y no es una amenaza. Por ejemplo, el virus del sarampión infecta cada año a cerca de 30 millones de niños y mata a casi 350.000 en todo el mundo. Muchos de los que sobreviven quedan incapacitados para el resto de sus vidas con ceguera, sordera o encefalitis. Y, lo más importante, la mayor parte de estas muertes se podría prevenir fácilmente mediante vacunas


Porque además, algunas de estas enfermedades, que se consideraban casi eliminadas, están rebrotando en Europa. Según los últimos datos de la Red Euvac, la incidencia de sarampión ha sufrido un aumento en 2010 y 2011, especialmente en países como Bulgaria (22.005 casos notificados), Francia (5.019) o Alemania (787). En España, según datos del Centro Nacional de Epidemiología (CNE), la incidencia de sarampión está creciendo: de un 0,06/100.000 se ha pasado a una 0,66/100.000 en 2010 y en 2011, hasta la semana 21, ya se habían notificado 1.969 casos frente a los 125 notificados en 2011 hasta la misma semana. Los datos muestran que el sarampión está afectando a grupos de edad que debería estar vacunados y que se están produciendo brotes en algunas CC.AA. -5 brotes en 2011 con más de 100 casos-. Esto es lo que ha ocurrido con el sarampión en Europa, y concretamente en España desde hace un año, donde se han producido brotes -Granada, Sevilla, Madrid-, y en general más casos que en años anteriores, debido fundamentalmente a una ligera bajada de la cobertura de la vacuna triple vírica (que contiene protección frente al sarampión) en niños.



Vacunación solidaria
Lo mismo que con el sarampión puede pasar con otras enfermedades «olvidadas» en los países en donde hay programas de vacunación pero que, por unos motivos u otros, están sufriendo una pérdida de credibilidad. Seguir los programas de vacunación, dice Ruiz Contreras, es importante porque, en primer lugar, «se previene la aparición de enfermedades que son muy graves que, aunque no las vemos, pueden ser mortales». Y, en segundo lugar, los programas de vacunación producen además un beneficio en la comunidad; «es decir, vacunarnos para que no circulen virus y bacterias».



David Moreno, coordinador del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría, enumera cinco razones para vacunar a un niño: «Evitar las enfermedades infecciosas para las que existen vacunas, las cuales están en su mayoría en cualquier calendario oficial de vacunaciones; en el caso de que, aunque es infrecuente, estas enfermedades infecciosas se produzcan en una persona vacunada, muy probablemente será una forma leve o muy leve de la enfermedad; disminuir las posibilidades de que las personas que convivan con el niño puedan padecer esas enfermedades infecciosas -esto es especialmente importante si existe algún conviviente con problemas de defensas (inmunodepresión) o con una enfermedad crónica-; eliminar esas enfermedades infecciosas en la comunidad en la que se vive o incluso erradicarlas a nivel mundial, y, por último, porque las vacunas son medicamentos muy seguros, y si se priva a un niño de las mismas, se está dando la espalda al mayor avance de la historia en salud pública junto a la potabilización del agua».



Se utiliza el concepto «inmunidad grupal», que significa que si se vacuna a un grupo de personas se protege a muchas más. Pero además de los beneficios médicos de la vacunación, también hay que hablar en términos económicos y de calidad de vida, señala el experto del 12 de Octubre. «Son, dice, múltiples los estudios de coste-beneficio que demuestran que los programas de vacunación suponen un importante ahorro de costes directos e indirectos relacionados con la enfermedad», explica el especialista.



Perjuicios personales y colectivos
Porque, no seguir las recomendaciones de vacunación en la población infantil puede tener consecuencias, reconoce Ruiz Contreras, tanto individuales como colectivas. «Los perjuicios son personales y para la comunidad», explica Moreno. Las enfermedades infecciosas que puede padecer un niño que no sigue el programa de vacunaciones de su comunidad son hepatitis B, difteria, tétanos, tos ferina, poliomielitis, sarampión, rubéola, parotiditis (paperas), papilomavirus (virus causante del cáncer de cuello de útero), sepsis/meningitis por Haemophilus influenzae tipo b y meningococo C. En algunas comunidades autónomas también se previenen otras infecciones como varicela, y sepsis/meningitis y neumonías por neumococo, ya que se incluyen en las prestaciones sanitarias.



Muchas de estas enfermedades, dice Moreno, están prácticamente eliminadas precisamente porque anteriormente y en la actualidad, muchas personas, sobre todo niños, han recibido esas vacunas, «disminuyendo enormemente la circulación de esos microorganismos por la comunidad». Por tanto, la negativa a la vacunación es una forma de no contribuir a un «bien sociosanitario común», como es la erradicación de infecciones, como se consiguió por ejemplo con la viruela tras campañas masivas de vacunación frente a la misma.

Prácticamente todas las vacunas se inician antes de los 2 años, ya que los niños en los primeros años de vida son muy susceptibles a contraer enfermedades porque sus sistemas inmunológicos no han desarrollado, por sí solos, las defensas necesarias para luchar contra las infecciones, dice Moreno. Un niño no vacunado «queda expuesto a padecer esas infecciones prevenibles, y puede contagiar a otros niños o adultos que por cualquier motivo no estén en ese momento bien protegidos frente a ciertas infecciones, produciendo brotes epidémicos», afirma Teresa Hernández Sampelayo, del Hospital Gregorio Marañón (Madrid).


A pesar de que el beneficio de la vacunación infantil es incuestionable, todavía hoy día hay personas que cuestionan los programas de vacunación. Vacunar es un acto voluntario. Las tasas de cobertura de vacunación en los niños alcanzan el 95%, aunque, indica Ruiz Contreras, en los últimos años se está produciendo una mayor resistencia a las vacunaciones.



Criterios científicos
Las instituciones sanitarias, organismos oficiales y al fin y al cabo, los médicos, fundamentalmente los pediatras, se atienen a «criterios estrictamente científicos» para recomendar las vacunas, tanto «incluidas en el calendario como no incluidas en el calendario, que creemos que son seguras y beneficiosas para la salud de los niños», señala Moreno.



Sin embargo, las vacunas incluidas en los calendarios oficiales de las distintas comunidades son recomendadas, «no son obligatorias por ley». Sólo en contadas ocasiones, por una exigencia mayor de salud pública comunitaria, y por orden de un juez, «se ha obligado a vacunar a un colectivo de niños», como ocurrió a finales de 2010 en Granada con un brote de sarampión surgido en una comunidad.



Ruiz Contreras se muestra un poco autocrítico y se pregunta qué está pasando para que algunos padres no crean en las vacunas. «¿Qué podemos hacer para convencerles de sus bondades?». Es cierto, dice, que hay una especie de «ruido de fondo», pero sin justificar. «Son ideas sin justificación científica, erróneas y sin fundamento». Habría, destaca, que recordar a todas estas personas que algunas de estas enfermedades, «que no ven, pueden ser mortales para su hijos». Para Hernández Sampelayo, la postura de estas personas es «irresponsable e insolidaria». Deben saber, dice, que a sus hijos no les pasa nada porque «se vacunan los de alrededor».



ABC