El pasado sábado 18 de octubre se cumplieron 69 años del episodio que se tradujo en uno de los hechos políticos más importantes del siglo pasado, denominado la Revolución de octubre. Este acontecimiento marcó el final del ciclo político que comenzó con la defenestración de Cipriano Castro en 1.908 y la instauración de Juan Vicente Gómez en el poder por espacio de más de 28 años, para darle cauce al establecimiento de una Junta Revolucionaria de Gobierno que presidió Rómulo Betancourt y que gobernó a Venezuela por espacio de poco más de tres años.
De esta fecha histórica se ha escrito mucho y se han vertido innumerables y disímiles criterios, desde los más fieros enemigos del acontecimiento como tal, por ser ciegos defensores del curso que llevaba nuestra historia con la muerte del dictador y los sucesivos mandatos del general Eleazar López Contreras y del depuesto presidente Isaías Medina Angarita, hasta quienes inscritos en la tesis de producir los cambios, han registrado como positivo y de trascendental importancia para el país, ese momento histórico que abrió las puertas de la Venezuela rural y casi analfabeta, hacia la verdadera democracia popular y representativa. Del trienio del 45 al 48 se podrá renegar, discrepar y hasta proferir cualquier cantidad de ataques y descalificaciones, pero lo cierto es que transcurridas casi 7 décadas de esa fecha, el balance que con frialdad se puede hacer es que significó el punto de partida, para que los venezolanos alcanzáramos derechos que hasta esa fecha le eran negados a la población y que se hicieron posible gracias a la Asamblea Nacional Constituyente convocada por Betancourt, para consagrar la elección directa, universal y secreta del Presidente de la República y de los Diputados y Senadores del Congreso Nacional, que hasta esa época eran designados por cúpulas y en consultas de segundo y tercer grado.
El 18 de Octubre, a pesar de que no fue un acontecimiento sangriento con secuela de muertos y heridos, se dio por el gran descontento contra el sistema de Gobierno y por la exigencia de cambios políticos, con los cuales el propio Presidente Medina en principio estaba de acuerdo y prueba de ello fue la transición acordada con todos los sectores del país, para que el embajador de Venezuela en Washington, el Dr. Diógenes Escalante, asumiera la presidencia transitoria para producir los cambios constitucionales que permitieran las elecciones libres y democráticas, pero todos conocemos el inesperado desenlace ocurrido con el embajador, como bien lo describe en su excelente libro El Pasajero de Truman, nuestro apreciado amigo Francisco Suniaga. Otros escritores más acuciosos admiten en sus obras, que quien jugó un papel estelar en el Consejo de Ministros y personalmente, para influir en el presidente Medina y el Gobierno, en la negativa a los cambios y la elección directa del Presidente de la República, fue el afamado escritor y entonces ministro Dr. Arturo Uslar Pietri, quien había desempeñado varias carteras ministeriales en esos 9 años de post gomecismo. En mi opinión, desprovista de pasiones militantes y de adulaciones, es que La Revolución Democrática de Venezuela como bien la definió Rómulo en esos tres años además de realizar las obras que el pueblo esperaba, parió el andamiaje Constitucional y democrático que aspiraban los venezolanos, al punto que de puño y letra Betancourt, en un gesto de desprendimiento político, redactó la disposición transitoria que le impedía presentarse como candidato a las primeras elecciones, luego de aprobada la Constitución, en el mes de diciembre de 1.947. De allí que ese proceso puede ser calificado, sin temor a equívocos como el gran paso de la Nación a la democracia y los avances en materia política, educativa, de salud e infraestructura.
NOTA: En la ruta hacia los 500 años, Cumana sigue a la espera de que el Gobierno nacional, regional y municipal, cumplan con las obras que han prometido en las últimas campañas electorales…
Por. Lic. Pedro Segundo Blanco Ex Parlamentario del Estado Sucre
Twitter @pedrosegundoAbp