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jueves, 24 de febrero de 2011

Las princesas de Disney son analizadas frente a las mujeres de cada década

Desde Blancanieves en los años 30 hasta la Rapunzel de 2010, las heroínas de Disney han dejado su impronta en niñas y jóvenes, una huella que la comunicadora mexicana Doly Mallet se ha ocupado de rastrear década por década.

“Todas tenemos algo de estas princesas”, explicó hoy a Efe sobre su libro “Mordiendo manzanas y besando sapos”, que será presentado esta tarde en una feria literaria y que surgió a raíz de los comentarios decepcionados de compañeras frustradas por no encontrar por ningún lado al tan deseado príncipe y el consiguiente final feliz.

Altas expectativas que, en parte, habían sido inducidas por la animación de Disney, que presentaba a modelos femeninos, angelicales en la mayor parte de los casos, felices y completas tras dar con su hombre y convertir el tradicional castillo en hogar, dulce hogar.
Blancanieves, Cenicienta y la Bella Durmiente son las “princesas de la posguerra”, las más empeñadas precisamente en casarse y ser amas de casa, en el marco de un estereotipo que buscaba llevar de vuelta al hogar a la mujer, tras haber tenido que asumir ésta un rol diferente por las dos guerras mundiales.


“Los primeros príncipes, los de Blancanieves y Cenicienta, no tenían ni nombre. El objetivo era casarse, no importaba con quién: el príncipe te salvaba de tu situación”, apuntó la autora, especializada en crítica de cine.

El de la Bella Durmiente es el primero en tener un nombre, y le rodea un aura de hombre de acción que no estaba presente en sus predecesores.

La influencia del cine camina en las dos direcciones: las mujeres de Disney -y de otro tipo de películas- marcaban a las jóvenes, mientras que éstas a su vez proporcionaban pistas a los creadores cinematográficos para dar con el modelo imperante.

A finales de los 80, la sirenita “Ariel” representa “la posrevolución sexual” y cuenta con el primer príncipe “feminista”, al tratarse de “una pareja que trabaja en equipo y a la que no le importa ser rescatada”.

Yasmin, de “Aladdin”, y la Bella que se enamora de la Bestia, forman también parte de esta generación, a principios de los 90, donde las princesas están dispuestas a aceptar a una pareja fuera de los cánones convencionales.

La segunda mitad de los 90 es territorio para las solteras y guerreras, con las independientes Mulan, Megara y Pocahontas. El héroe de Megara, Hércules, renuncia a su trono divino para estar con ella, y muestra a un hombre capaz de tomar decisiones importantes por una mujer.


La primera década del siglo XXI la marca “Encantada”, en la que la princesa despierta de su sueño y decide darle un vuelco al ideal: sustituye príncipe por divorciado con hijo.

Y, en los últimos años, los respectivos roles entendidos como tradicionales para príncipe y princesa ya no están tan claros: en “Enredados”, la historia de Rapunzel, es ésta quien le enseña al príncipe cómo usar el arma más letal, la sartén.

Algo que cuadra con lo que muestran las comedias románticas, que enseñan hoy a una mujer más activa y poderosa que el hombre, por lo general una alta ejecutiva con mucho dinero (“The ugly truth” con Katherine Heigl y Gerard Butler, “The proposal” con Sandra Bullock y Ryan Reynolds).

No obstante, los modelos femeninos creados en décadas pasadas todavía están vigentes y a menudo se entremezclan. “Siguen existiendo mujeres jóvenes que sólo desean ser amas de casa como Blancanieves. Pero también muchas Mulan”, cerró Mallet.

EFE
 

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