(AFP) – Aterrados por el estruendo de los combates y rodeados por francotiradores, estos obreros egipcios pasaron un mes escondidos en su apartamento, en pleno corazón de la asediada Sirte, antes de ser evacuados por las fuerzas del nuevo poder en Libia.
“Para mí, Sirte se acabó. Quiero volver a Egipto lo más rápidamente posible”, asegura Mohamed Zidan, de 30 años. Sirte es el último reducto de los leales a Gadafi que los combatientes del nuevo poder del Consejo Nacional de Transición (CNT) intentan tomar desde hace varios días.
Desde hace cuatro años, Zidan vivía en Sirte, la región donde nació Muamar Gadafi, a 360 km al este de Trípoli. En el último mes, el barrio donde habitaba este obrero egipcio se transformó en línea de frente.
“Estábamos atrapados. No teníamos coche, teníamos miedo a los francotiradores, escuchábamos las balas silbar. Las bombas pasaban por encima de nuestras cabezas, los muros temblaban, y todas las ventanas del edificio habían estallado”, explica.
Antes de quedar aislados del resto del mundo, sin agua corriente ni electricidad, el grupo de egipcios se entera de que el “Guía” ha huido. Desde ese día, su única esperanza es que Sirte sea liberada por las tropas del CNT.
“Cuando vimos en la televisión que Gadafi se había ido, igual que Hosni Mubarak (el derrocado presidente egipcio), estábamos felices por nuestros hermanos libios, pero bajábamos el volumen para escuchar las informaciones, si no los gadafistas nos habrían matado“, asegura Mohamed Zuaui Bujelthia, que también quedó atrapado en esta ciudad asediada.
Hasta la llegada esta semana de los combatientes del CNT. “Los vimos en la calles, les gritamos, vinieron a buscarnos”, dice.
Desde entonces, ha sido alojado junto a otros egipcios y paquistaníes frente a un hospital de campaña a la salida de Sirte, donde las ambulancias llegan a toda velocidad a lo largo de la jornada, trayendo a los últimos heridos del frente.
“Sigo esperando a mis amigos egipcios, que siguen atrapados en la ciudad. No sé lo que ha ocurrido con ellos”, afirma otro compatriota, Hassan Abdeljalil, de 42 años, empleado de la construcción en Sirte desde hace 25 años.
Tras un mes de hambruna, ahora puede comer a su hambre, “gracias a los revolucionarios”.
“Sólo teníamos harina, la mezclábamos con un poco de agua para hacer pan, es lo único que hemos comido en estas últimas semanas”, asegura.
Antes de lanzar el asalto final contra Sirte, algunos combatientes partidarios del CNT dicen querer asegurarse de que todos los civiles han abandonado la ciudad.
“La única forma de que caiga la ciudad es atacar con todas nuestras fuerzas, pero aún quedan familias en los inmuebles situados al borde del mar, y no queremos matarlos, ni siquiera a los libios que se beneficiaron del sistema de Gadafi”, alega un comandante del CNT, Mustafá Al Abyad. “Peleamos, pero también nosotros somos civiles”, explica.