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miércoles, 9 de marzo de 2011

Cineastas por un día con el director Michel Gondry en París



Más de 2.000 personas han jugado a ser cineastas por un día en París de la mano del director francés Michel Gondry y de un estudio lleno de decorados que recuerda a los noveles en el séptimo arte que la imperfección es su mejor aliado y que lo único que se les exige es imaginación.


"Los errores forman parte del juego", se puede leer en las instrucciones dadas a los participantes, grupos de entre cinco y 15 personas, que en su mayoría se conocen por primera vez al llegar al taller y que en tres horas tienen ante sí la tarea de idear un cortometraje y, limadas sus posibles diferencias, interpretarlo y rodarlo.

La iniciativa, propuesta por el director, se inauguró a mediados de febrero en el Centro Pompidou de París y se ha prolongado hasta finales de marzo para satisfacer a todos los interesados posibles, desde estudiantes llevados por sus respectivos colegios hasta familias con ganas de indagar sobre la creación de una película.

"Es una propuesta particular en un centro de exposiciones en el que no solo se tiene el derecho a tocarlo todo, sino que los visitantes deben hacerlo para involucrarse en la labor", explica a Efe la responsable del departamento de cine del Pompidou, Sylvie Pras.

Un bosque y una hoguera, una comisaría con una celda, un descampado con una tienda de campaña, coches que recorren paisajes virtuales, un apartamento con un gran salón o el interior de un avión son algunos de los escenarios facilitados para ubicar en ellos tantas historias como cortos se han rodado hasta la fecha.

Hay monitores encargados de supervisar el proceso y de que el grupo no se encalle o descarrile, pero se mantienen siempre al margen del proceso creativo, por lo que el resultado de cada experiencia, para bien o para mal, depende exclusivamente de la entrega y de la química surgida entre los participantes.

"Ha sido una experiencia nueva y desconcertante. Imaginaba que iba a ser amateur de principio a fin, pero no creía que fuera a haber tantos medios disponibles", resume Lazare Jolly, estudiante de montaje y postproducción de 21 años y durante unas horas guionista y actor.

Los cortometrajes, por las limitaciones del tiempo, se graban de manera cronológica y con solo una toma por escena, en las que no es inusual que se cuelen la palabra "¡corten!", planos desenfocados y conversaciones paralelas al diálogo de los actores.

A lo largo del proceso recorre todas las salas un desfile histriónico y alborotado de personajes e ideas, en el que en el intento por caracterizarse en la persona asignada se suele tender al exceso.

"¿No crees que me falta algún accesorio?", dice una futura viajera, que lleva vestido sobre pantalones, un sombrero con una flor, collares, varias maletas y calcetines bajo sandalias de tacón.

Este concepto de rodaje amateur, que ya fue probado con éxito en Nueva York, Río de Janeiro y Sao Paulo, fue experimentado por el propio Gondry a nivel profesional en su quinto film, "Be Kind, Rewind", al que se le hace un guiño con un videoclub en el Pompidou en el que se exponen los cortos rodados.

Priman las cintas de terror y los títulos y las carátulas, elaboradas por los participantes, no dejan lugar a dudas sobre el contenido de las mismas: "Sonata sangrienta", "Sonríe, vas a morir", "Gore School Musical" o "Por un puñado de sangre fresca" son algunos de los muchos ejemplos.

"Ha resultado agotador. No es que tuviéramos una capacidad especial pero le hemos puesto tantas ganas que ha quedado bien", señala Clara Piolatto, estudiante de arquitectura de 21 años y directora de su grupo.

Los organizadores ya lo habían advertido a todos los novatos nada más llegar. "Vas a adorar este filme: es el tuyo", se les recuerda en uno de los folletos, eliminando de antemano cualquier atisbo de crítica ante la falta de profesionalidad.

Pras reconoce que no ha habido grandes obras de artes, pero sí ha constatado con sorpresa "que mucha gente tiene creatividad" y que independientemente de los resultados se ha cumplido el objetivo de hacer que se disfrute con el proceso y se descubra que detrás del producto acabado hay, en la vida real, "una verdadera profesión".

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