La crisis nuclear de Fukushima acelerará la construcción del nuevo sarcófago que cubrirá la central de Chernóbil, que a su vez revertirá positivamente en la solución final para la planta atómica nipona, según explica el escritor español Santiago Camacho, autor del libro "Chernóbil. 25 años después".
"Lo que está ocurriendo en Fukushima genera una predisposición positiva a acelerar la construcción del sarcófago de Chernóbil por parte de las instituciones nucleares y gobiernos de Occidente que correrán con buena parte de los gastos", dice Camacho en entrevista con Efe con ocasión del vigésimo quinto aniversario del desastre de la central nuclear ucraniana, que se cumple mañana.
Camacho, escritor y periodista, visitó recientemente el área prohibida en torno a la planta nuclear de Chernóbil, cuyo reactor número cuatro estalló el 26 de abril de 1986 y causó el mayor accidente atómico de la historia.
Fruto de ese viaje fue el libro que ahora publica la editorial Debate y en el que Camacho presta una especial atención a la que será "la obra de ingeniería más duradera de la historia de la humanidad", pues tendrá que prolongarse tanto como la "vida" de las partículas extremadamente radiactivas que arden en el núcleo del reactor destruido.
"Al menos hay 200 toneladas de material altamente radiactivo en el interior del reactor, algunas de ellas con un tiempo estimado de supervivencia de más de 25.000 años", refiere Camacho.
Se estima que la construcción del nuevo sarcófago nuclear que asegure el reactor número cuatro costará 1.540 millones de euros (2.251 millones de dólares), según la Agencia Estatal ucraniana de Administración de la Zona de Exclusión de Chernóbil.
Casi mil millones de euros de ese coste corresponden al arco de 108 metros de altura, 200 metros de longitud, 257 metros de anchura y 18.000 toneladas de peso que cubrirá el viejo y ya maltrecho sarcófago, y contendrá la radiación incluso en caso de que se desmorone la cobertura de seguridad inicial.
El Gobierno del presidente ucraniano Víctor Yanukovich está ahora empeñado en la tarea de conseguir el apoyo de países donantes necesario para cubrir los 740 millones de euros (1.081 millones de dólares) del nuevo proyecto, cuya financiación aún queda por adjudicar.
El dinero ya aportado y la Cuenta de Seguridad Nuclear, que se emplea para los trabajos de desmantelamiento y clausura de Chernóbil, son administrados por el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD).
La nueva cubierta se levantará a varios cientos de metros de su emplazamiento definitivo para evitar que los trabajadores se vean expuestos a dosis muy dañinas de radiación y después se transportará hasta el reactor mediante raíles.
"Aunque el nuevo sarcófago no podrá contener totalmente la emisión de radiación, al menos será más resistente a la intemperie que el actual", explica Camacho, quien recuerda con aprensión la cubierta llena de grietas del gigantesco ataúd de cemento.
Actualmente, subraya, "el sarcófago es cualquier cosa menos estanco. Los propios guías comentan que hay grandes agujeros en la estructura, que permiten a los pájaros anidar. El agua se filtra hacia dentro y podría hacerlo también hacia afuera, contaminando los acuíferos subterráneos".
"El nuevo sarcófago de Chernóbil ha sido muy meditado. No será fácil variar esos planes a no ser que los japoneses encuentren una solución más económica y eficaz, lo que parece difícil. Más bien ocurrirá lo contrario, que los nipones podrán aplicar la experiencia de Chernóbil para, llegado el momento, construir un sarcófago sobre los reactores dañados de Fukushima", señala.
Camacho afirma que del accidente de Chernóbil "se ha aprendido mucho a nivel teórico, pero no a nivel práctico" sobre los efectos de la radiación.
"Chernóbil sirvió de siniestro banco de pruebas para aumentar ese conocimiento, aunque no para reducir la arrogancia sobre la energía nuclear. Esa arrogancia es la que van a pagar muy cara ahora los japoneses, pues ya no se puede decir que su accidente ha ocurrido porque las medidas de seguridad no fueran óptimas", concluye. EFE
"Lo que está ocurriendo en Fukushima genera una predisposición positiva a acelerar la construcción del sarcófago de Chernóbil por parte de las instituciones nucleares y gobiernos de Occidente que correrán con buena parte de los gastos", dice Camacho en entrevista con Efe con ocasión del vigésimo quinto aniversario del desastre de la central nuclear ucraniana, que se cumple mañana.
Camacho, escritor y periodista, visitó recientemente el área prohibida en torno a la planta nuclear de Chernóbil, cuyo reactor número cuatro estalló el 26 de abril de 1986 y causó el mayor accidente atómico de la historia.
Fruto de ese viaje fue el libro que ahora publica la editorial Debate y en el que Camacho presta una especial atención a la que será "la obra de ingeniería más duradera de la historia de la humanidad", pues tendrá que prolongarse tanto como la "vida" de las partículas extremadamente radiactivas que arden en el núcleo del reactor destruido.
"Al menos hay 200 toneladas de material altamente radiactivo en el interior del reactor, algunas de ellas con un tiempo estimado de supervivencia de más de 25.000 años", refiere Camacho.
Se estima que la construcción del nuevo sarcófago nuclear que asegure el reactor número cuatro costará 1.540 millones de euros (2.251 millones de dólares), según la Agencia Estatal ucraniana de Administración de la Zona de Exclusión de Chernóbil.
Casi mil millones de euros de ese coste corresponden al arco de 108 metros de altura, 200 metros de longitud, 257 metros de anchura y 18.000 toneladas de peso que cubrirá el viejo y ya maltrecho sarcófago, y contendrá la radiación incluso en caso de que se desmorone la cobertura de seguridad inicial.
El Gobierno del presidente ucraniano Víctor Yanukovich está ahora empeñado en la tarea de conseguir el apoyo de países donantes necesario para cubrir los 740 millones de euros (1.081 millones de dólares) del nuevo proyecto, cuya financiación aún queda por adjudicar.
El dinero ya aportado y la Cuenta de Seguridad Nuclear, que se emplea para los trabajos de desmantelamiento y clausura de Chernóbil, son administrados por el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD).
La nueva cubierta se levantará a varios cientos de metros de su emplazamiento definitivo para evitar que los trabajadores se vean expuestos a dosis muy dañinas de radiación y después se transportará hasta el reactor mediante raíles.
"Aunque el nuevo sarcófago no podrá contener totalmente la emisión de radiación, al menos será más resistente a la intemperie que el actual", explica Camacho, quien recuerda con aprensión la cubierta llena de grietas del gigantesco ataúd de cemento.
Actualmente, subraya, "el sarcófago es cualquier cosa menos estanco. Los propios guías comentan que hay grandes agujeros en la estructura, que permiten a los pájaros anidar. El agua se filtra hacia dentro y podría hacerlo también hacia afuera, contaminando los acuíferos subterráneos".
"El nuevo sarcófago de Chernóbil ha sido muy meditado. No será fácil variar esos planes a no ser que los japoneses encuentren una solución más económica y eficaz, lo que parece difícil. Más bien ocurrirá lo contrario, que los nipones podrán aplicar la experiencia de Chernóbil para, llegado el momento, construir un sarcófago sobre los reactores dañados de Fukushima", señala.
Camacho afirma que del accidente de Chernóbil "se ha aprendido mucho a nivel teórico, pero no a nivel práctico" sobre los efectos de la radiación.
"Chernóbil sirvió de siniestro banco de pruebas para aumentar ese conocimiento, aunque no para reducir la arrogancia sobre la energía nuclear. Esa arrogancia es la que van a pagar muy cara ahora los japoneses, pues ya no se puede decir que su accidente ha ocurrido porque las medidas de seguridad no fueran óptimas", concluye. EFE
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