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domingo, 18 de septiembre de 2011

España quemó sus archivos en la embajada en Libia para que no los utilizara Gadafi

España quemó sus archivos para que no los utilizara GadafiEl Gobierno de España ordenó a sus funcionarios destruir toda la documentación que pudiera ser utilizada por el régimen de Muamar Gadafi cuando Madrid tomó la decisión de abandonar la Embajada en Libia a primeros de marzo. Miles de papeles, entre ellos notas internas y telegramas, se pasaron por la trituradora y se quemaron en las instalaciones de la cancillería, en el barrio de Ben Ashour. La decisión se tomó menos de tres meses después de que estallara el escándalo de Wikileaks con la publicación de miles de cables de las embajadas de Estados Unidos.

Las manifestaciones contra la dictadura habían empezado el 15 de febrero, y por entonces ya había decenas de muertos en distintas ciudades. Había que salir del país magrebí antes de que bajo el comportamiento imprevisible de sus autoridades se cometiera alguna locura. Las prisas impedían hacer mudanzas y por eso se decidió no dejar atrás nada de información en caso de que el régimen gadafista decidiera ocupar el edifico de la Embajada, que España tiene alquilado a un particular desde hace años.

Cuando el embajador Luis Francisco García Cerezo y los últimos funcionarios fueron evacuados el 2 de marzo siguiendo las instrucciones de varios miembros de la Policía, la cancillería ya había sido testigo de varios intercambios de disparos. La situación podría empeorar porque desde el principio Madrid decidió alinearse con los rebeldes y fue el primer país que públicamente dijo que Gadafi había perdido toda legitimidad. Días después, España se unió a la misión de la OTAN que bombardea intereses del régimen de manera ininterrumpida desde el 19 de marzo. A pesar de todo, el edificio no fue asaltado, como sí ocurrió con otras representaciones como la italiana.

Nuevo embajador

A finales de agosto los insurgentes lograron tomar el control de Trípoli. En Bengasi, segunda ciudad del país y capital rebelde, se preparaba para el regreso el nuevo embajador, José Riera, que fue nombrado representante diplomático ante los opositores en marzo. Se le habían unido unos días antes el número dos de la embajada y la cónsul, enviados a Bengasi por Exteriores ante la inminencia de la caída de la capital.

El lunes pasado aterrizaron junto a varios agentes de Policía en Trípoli y la embajada se reabrió uniéndose así a otros países como Francia, Gran Bretaña, Italia o Turquía. La bandera española y la de la UE fueron izadas de nuevo, pero junto a ellas el edificio guarda todavía algunas heridas de los combates en el barrio. La página de internet de la representación presenta ya como enseña oficial la nueva bandera libia, la que los rebeldes han recuperado de los tiempos de la Monarquía anterior a Gadafi. A pesar de todo, en la web se sigue recomendando a los españoles que no viajen a Libia y a los que se encuentran en el país magrebí que lo abandonen.

Dentro del edificio, los retratos de una quincena de embajadores cuelgan junto al despacho de Riera. Son muestra de la historia de unas relaciones diplomáticas que el pasado febrero pasaron por los momentos más apurados. Riera, que fue nombrado oficialmente embajador por el Consejo de Ministros el pasado viernes, espera que su misión ante las nuevas autoridades no tenga los inconvenientes de las de sus antecesores, que tuvieron que soportar «un régimen totalitario, con todo su trabajo muy controlado y muy poco transparente», según afirmó en una entrevista con ABC nada más llegar a Trípoli.

Pocos días antes del regreso de los diplomáticos españoles y acosados por la insurgencia, los gadafistas huyeron a toda prisa sin poder en muchos casos recoger las pruebas que explican cómo ha funcionado el régimen a lo largo de 42 años. En la oficina de Musa Kusa, el ministro de Exteriores que desertó en marzo, aparecieron las grabaciones de las comunicaciones telefónicas que había mantenido la embajada española, según comprobó un reportero estadounidense que incluso escuchó algunas de ellas.

Las autoridades libias guardaban llamadas entrantes, salientes e incluso las realizadas dentro de la embajada. Este hecho no ha extrañado demasiado a Madrid. Los propios funcionarios españoles de la cancillería habían sido testigos de cómo sin ningún pudor habían grabado conversaciones con micrófonos direccionales colocados en la mezquita de enfrente. En esa mezquita luce hoy la bandera tricolor de la revolución.


ABC