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jueves, 14 de junio de 2012

¿Se puede vivir sin sexo?


Son 'ángeles terrenales' y despiertan cada día sin pasar una sola noche de sexo. Al universo de heteros, bisexuales, gais y lesbianas se debería sumar una orientación sexual más que está 'saliendo del armario' y ganando cada vez más adeptos en todo el mundo: los que quieren y pueden vivir sin sexo.

Como Johanna Villamil, colombiana de 26 años. Trabaja como artista y gestora cultural. "Pienso que las opciones a la hora de relacionarnos son muy limitadas, sólo puedes ser amigo o tener una relación romántica. Además, si quieres una relación seria, importante y estable debes tener relaciones sexuales".

Este tipo de pensamiento afloró a sus 20 años, "cuando estaba leyendo el libro 'La filosofía de Andy Warhol' para una clase de arte. Me sentí identificada con las reflexiones que hacía sobre el sexo y el amor; me di cuenta de que había alguien que pensaba y sentía lo mismo que yo y esto me impulsó a buscar más personas. Así fue como llegué a la asexualidad", señala.

Entre el 1% y el 5% de la población no practica el sexo. No están enfermos, ni detrás de su opción sexual hay motivos morales o religiosos. Simplemente, se definen como asexuales y sostienen que no sienten ninguna atracción sexual por otros individuos.

Defienden también que son diferentes entre ellos porque algunos sienten atracción romántica y otros no; y porque algunos sienten excitación física y otros no. Quieren hacerse oír, reclaman el reconocimiento de la sociedad de los derechos de la sexualidad en cualquiera de sus vertientes, también la suya, y por eso han creado un sitio en la red: 'Asexual Visibility and Education Network (AVEN)' , una comunidad virtual que se ha extendido por todo el mundo.

Visibilidad

"La web tiene tres objetivos. El primero es tener un lugar de encuentro para nosotros, donde podamos conocer a más personas y crecer como comunidad. El segundo es tener un espacio de educación para nosotros, los que nos rodean y para quienes estén interesados. Y la tercera es la visibilidad de nuestra comunidad hacia la sociedad. Actualmente en la versión hispanoamericana tenemos a 2.000 personas afiliadas y contamos con 300 visitas diarias", reconoce Johanna.

Francisca Molero, directora del Instituto de Sexología de Barcelona y vicepresidenta de la Federación Española de Sociedades de Sexología, reconoce que este movimiento "en una sociedad tan sexualizada es totalmente transgresor. Creo que hay que respetar cualquier elección sexual, pero estas personas han necesitado poner una etiqueta e identificarse como un grupo. Lo que llama la atención es que su condición de asexuales la defiendan como permanente cuando las personas están en constate cambio y evolución. ¿Cómo pueden saber cómo van a sentirse dentro de cinco años?".

Pero Johanna insiste: "Estamos inmersos en una sociedad donde el amor, el sexo y la intimidad son inseparables la una de la otra. Si no tienes sexo es difícil imaginar cómo acceder al amor y, mucho menos, tener intimidad con alguien. En nuestra comunidad pensamos que la intimidad es un factor importante dentro de una relación, y afortunadamente, hay más vías para generar intimidad aparte del sexo. A la hora de compartir tiempo, espacio y energía en común con una persona, son muchas las actividades que se pueden hacer: comer un helado, bailar, tener una agradable conversación o compartir una cama, son cosas que a todos nos genera satisfacción. En un mundo cada vez más sexualizado, parece ser que el número de personas que disfrutan más de una intimidad no-sexual está aumentando y allí hay un terreno rico a explorar para las personas asexuales".

Identidad

Sin embargo, la doctora Molero reconoce que la sexualidad tiene "muchos matices. Si ha deseo ya hay sexualidad, si hay fantasías o atracción, también hay sexualidad".

La joven colombiana postula que "la asexualidad ha tenido mucho auge los últimos años, y no es algo gratuito. Ahora hay más expectativas con respecto a la manera en que las personas se deben relacionar sexualmente entre sí, los roles de genero, la religión, la familia como núcleo de la sociedad, y los intereses políticos son aspectos de la sociedad que hacen presión sobre los cuerpos y sus sexualidades. Se habla sobre la vida sexual de cada cual como si se tratara de seguir una lista de instrucciones de placer y felicidad, y esto obviamente no funciona así".

Luis Álvarez Munárriz, catedrático de Antropología en la Universidad de Murcia se pregunta en su artículo 'La identidad asexual', publicado en 'Gaceta de Antropología', que "en nuestro modelo de sociedad neoliberal el respeto por cualquier visión de la sexualidad está garantizada y, en consecuencia, la de los asexuales. El problema estriba en saber si es una verdadera y auténtica identidad sexual que tenga que ser reconocida y aceptada por la sociedad, y en caso de serlo qué consecuencias puede tener para nuestras maneras de concebir y vivir la sexualidad".

Existen pocos estudios científicos dedicados a la asexualidad, y algunos de ellos han llegado de la mano del mismo científico: Anthony Bogaert, de la Universidad de Brock (Ontario, Canadá). Como un estudio publicado en 'The Journal of Sex Research' con 18.000 personas que constató que el 1% de los encuestados nunca había sentido atracción sexual por otra persona. En un segundo estudio, publicado en 'Review of General Psychology' aborda la cuestión de la definición y la comprensión de la asexualidad. En él se definen la asexualidad como una falta de atracción sexual. "Los asexuales no son necesariamente célibes o personas no románticas. Algunos trastornos, como el deseo sexual hipoactivo (HSDD, sus siglas en inglés), pueden parecer lo mismo que la asexualidad, pero no lo son. Muchas personas con síntomas crónicos del trastorno (carencia total de deseo) se ajustan a la definición de la asexualidad. Sin embargo, algunas personas asexuales tienen impulsos sexuales y obtienen placer de ellos, pero simplemente no desean incluir a otras personas en sus actividades privadas".

Por tanto, "esto no se ajusta a la definición de HSDD. La mayoría de las personas con el trastorno no lo tiene de por vida, sino que lo desarrolla en algún momento después de haber sido previamente sexual. Además, el trastorno se puede diagnosticar y provoca malestar o dificultades interpersonales, algo que no les sucede a quienes eligen voluntariamente no 'jugar' debajo de las sábanas y son así felices", concluye.


EL MUNDO