El uso de ultrasonidos para tratar el dolor lumbar carece de fundamento científico
En situaciones de carestía económica conviene optimizar la eficiencia de los
recursos sanitarios. Sin embargo, a tenor de una investigación que se publica en
The
Spine Journal, parece ser que el uso de los ultrasonidos para
el tratamiento del dolor lumbar carece de fundamento científico. La
revisión, realizada por un equipo español, se ha centrado en el uso de los
«ultrasonidos» y las «ondas de choque» para el
tratamiento del dolor lumbar, y concluye que no existe fundamento científico
sobre la eficacia de ninguna de las dos tecnologías.
Los ultrasonidos se usan frecuentemente para el tratamiento de las
afecciones musculoesqueléticas y, especialmente, el dolor lumbar. De hecho, el
55% de los médicos de atención primaria norteamericanos los recomiendan para su
tratamiento, y los utilizan el 50% de los fisioterapeutas en el Reino Unido, el
65% en EE.UU. y el 94% en Canadá. En el Sistema Nacional de Salud español se
aplican de manera rutinaria, aunque no existen datos que cuantifiquen su uso.
El estudio ha sido realizado por investigadores de la Fundación Kovacs, la Universidad de León y el Centro Cochrane Iberoamericano, todos ellos
pertenecientes a la Red Española de Investigadores en Dolencias de la Espalda.
Los autores analizaron todos los estudios realizados hasta la fecha para evaluar
los ultrasonidos y las ondas de choque para el tratamiento del dolor lumbar, y
compendiaron sus resultados. En conclusión, demuestran que no existen pruebas
científicas de que estas técnicas sean mejores que el placebo, y que su efecto
es incluso menor que el de otros tratamientos que tampoco han demostrado ser
eficaces.
Inútiles
Como apunta el primer autor del estudio, Jesús Seco, del Instituto de
Biomedicina (IBIOMED) de la Universidad de León, «los resultados de la revisión
demuestran que los ultrasonidos son inútiles tanto para los pacientes agudos
como para los crónicos, y tanto para los que tienen dolor irradiado a las
piernas como para los que no lo tienen. Así, no hay ningún caso de dolor lumbar
en el que su uso clínico está justificado».
De hecho, las pruebas científicas demuestran que los recursos
públicos actualmente destinados a financiar este tratamiento en el Sistema
Nacional de Salud están siendo dilapidados, y no están justificados los
inconvenientes que se causa a los pacientes (visitas médicas, tiempo perdido,
desplazamientos, costes, etc.).
Por eso, los autores recomiendan que el Sistema Nacional de Salud deje de
cubrir de manera inmediata los ultrasonidos para el tratamiento del dolor
lumbar, y asigne los recursos así liberados a aplicar otras tecnologías que sí
han demostrado ser eficaces, efectivas y eficientes. Eso mejorará la efectividad
del tratamiento aplicado en el Sistema Nacional de Salud, y la eficiencia de los
recursos públicos destinados a sufragarlos. Como indica Francisco Kovacs,
coautor y director de la Red Española de Investigadores en Dolencias de la
Espalda, «en tiempos de crisis, es inaceptable que se derrochen recursos
públicos en tecnologías inútiles y, antes de amenazar con fórmulas como el
copago, deben dejar de dilapidarse recursos sanitarios en procedimientos
ineficaces. Los ultrasonidos para el dolor lumbar son un ejemplo perfecto de
esta situación».
Múltiples terapias
Actualmente, se aplican más de 200 tipos distintos de tratamiento a los
pacientes con dolor lumbar, incluyendo muchas tecnologías no farmacológicas.
Pero la mayoría de esos tratamientos nunca han demostrado ser eficaces, seguros,
efectivos ni coste-efectivos, sino que su uso carece de fundamento científico y
se basa en estrategias comerciales destinadas al público general o a los
médicos, lo que plantea problemas éticos, clínicos y económicos. Como señala
Gerard Urrútia, del Centro Cochrane Iberoamericano, «se calcula que
hasta el 30% del gasto sanitario se dilapida en tecnologías ineficaces o en el
uso inapropiado de tecnologías sanitarias, aplicándolas en casos en los
que no están indicadas. Esto resulta peligroso para los pacientes y
económicamente insostenible».
Los autores de la revisión apuntan que, para preservar la salud de los
pacientes, la decisión de usar un tratamiento debería basarse en estudios
clínicos sobre su eficacia frente a un procedimiento placebo y sobre su
efectividad en comparación con otros tratamientos. Del mismo modo, la decisión
de financiar o continuar financiando un tratamiento en el Sistema Nacional de
Salud debería tener en cuenta, además, los datos sobre su coste-efectividad y
los resultados de los mecanismos de vigilancia post-implantación, que permiten
comprobar si su uso es apropiado y permiten afinar los casos concretos en los
que está indicado aplicarlo, porque realmente resulta efectivo.
ABC